Otra pesca y otro mar 

Domingo III del Tiempo ordinario, Ciclo B

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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“Pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a Simón y su hermano Andrés que eran pescadores y
estaban echando la red en el lago y les dijo: Venid conmigo”. San Marcos cap. 1. 

Mar de Galilea llamaron los judíos el lago de Genesaret. Tal vez por resaltar su presencia bienhechora en aquel entorno de adustas colinas. 

En sus orillas surgieron varias aldeas, entre las cuales descollaba Cafarnaún, epicentro comercial de la región. Allí encontró Jesús un lugar estratégico para su actividad, como señala el evangelio. Allí también descubrió sus primeros discípulos, pescadores de oficio. 

San Marcos nos los presenta: Simón y su hermano Andrés. Santiago y también su hermano, Juan. De los primeros dice el evangelista que el Señor los vio “mientras echaban las redes”. Algo no muy exacto si el encuentro ocurrió durante el día. La pesca se realizaba hacia la madrugada. Luego en la playa se separaban los pescados comestibles de los otros, que eran devueltos al agua. 

Se afirma que el lago ofrecía entonces hasta 30 especies de peces. Casi todos de aletas y escamas, condición según el Levítico para que pudieran comerse. 

De los otros dos discípulos apunta san Marcos que “estaban en la barca arreglando las redes”. Cada día era necesario remendar los aparejos para una próxima faena. 

Aquí se narra el llamamiento oficial, donde el Señor les promete a estos obreros del lago hacerlos “pescadores de hombres”. Porque anteriormente ellos ya se habían encontrado con Jesús.

El texto anota que Pedro y Andrés “inmediatamente dejaron las redes”. De Santiago y Juan dice que “partieron tras el Señor, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros”. 

Sin embargo leemos en el evangelio que no rompieron del todo con su oficio. Aceptando el llamado, comenzaron a escuchar asiduamente al Maestro. Fueron sus amigos más cercanos. Lo siguieron por los caminos y aldeas y en sus visitas a Jerusalén.

Pero el mismo evangelio nos cuenta que, en ocasiones, regresaron al lago. Había que proveer de pescado al grupo de los Doce. 

Esto indica que Jesús no exige a todos un desplazamiento geográfico, una ruptura total con la familia y las ocupaciones ordinarias. “Seguidme” es un llamado a acercar a Él nuestra vida. Porque muchos de nosotros profesamos una fe de lejanías: Cristianismo de borrosas convicciones, de unos sacramentos olvidados, de una caridad con los pobres sólo de palabras. 

En nuestro caso, seguir a Cristo significa entonces evaluar las personas, los acontecimientos y las cosas, con los criterios del Señor. Cultivar los valores auténticos y estables. Proyectar nuestro ser y nuestro hacer a la luz del Evangelio. 

Añade san Marcos que estos cuatro discípulos, ya comprometidos con Jesús, invitaron a Felipe y a Natanael a formar parte del grupo. Así iniciaron su tarea de “pescadores de hombres”. 

Cuantos hemos conocido al Señor, así sea de modo elemental, hemos de procurar que quienes viven a nuestro alrededor, conozcan, amen a Jesús y orienten la vida a su estilo. 

“A tu paso, Señor, dejé mis redes, en busca de otra pesca y otro mar”. Así canta un poeta religioso. Pero sabiendo que nuestra pesquería no persigue intereses personales, ni promueve engaños. Se esfuerza en presentar a Jesucristo a los prójimos, desde nuestra honradez personal, con un amor sincero.