Sí hay vacantes

Domingo XI del Tiempo ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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“Dijo Jesús: Rogad pues al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies. Enseguida llamó a doce de sus discípulos y los envió”. San Mateo, cap. 9. 

“Este género humano, al que llevan al hombro unos pocos valientes”. La frase es de Alexis Carrel, un poeta y médico francés del siglo pasado. Pero nos preguntamos: ¿Cuántos hombres y mujeres de hoy integran ese batallón de valientes?.

San Mateo nos trae una página, en la cual Jesús verifica la triste situación de quienes le seguían: “Eran gentes extenuadas y abandonadas, como ovejas sin pastor”. Motiva entonces a sus oyentes a rogar al Señor que envíe voluntarios que les ayuden. Y pasando del rebaño a la era, agrega: “La mies es abundante pero los trabajadores pocos”. 

Como remedio práctico e inmediato, el Maestro designa doce de sus discípulos, con un encargo especial. Los llama apóstoles, lo cual quiere decir enviados. Su número recuerda y sustituye aquellos doce hijos de Jacob, sobre quienes se fundó de forma simbólica, pero a la vez política e histórica, el pueblo escogido. 

Cuando los judíos tomaron posesión de la tierra prometida, Josué repartió el territorio según los descendientes de Rubén, Gad, Aser, Zabulón, Neptalí, etc. Ahora el Maestro declara que ha nacido otro pueblo, el de la Nueva Alianza.

Los textos evangélicos le dan mucha importancia a este llamado de los apóstoles, consignando la lista exacta de los escogidos, con sus nombres. Añadiendo incluso los apodos: “Santiago y Juan, los hijos del Trueno”. “Simón, el Celotes”. 

Jesús les señala de inmediato unas tareas: Anunciar que ya ha empezado el reino de Dios, expulsar demonios, curar enfermos. Algo que hemos de traducir a nuestras circunstancias. Y Señor les advierte: “Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”. Sería entonces un trabajo comprometido, pero a la vez generoso. 

La literatura cristiana comenta esta vocación de los apóstoles, pero casi siempre en un ámbito sacral. Fueron ellos enviados a salvar predicar la conversión y a salvar las almas. Lo cual es cierto. Pero el llamado de Jesús no se agota dentro de las llamadas vocaciones específicas como el sacerdocio, la vida religiosa, o los grupos apostólicos. Se proyecta además a otras situaciones. 

Como seres humanos a todos nos toca terminar la creación, mejorando la historia. No basta entonces gastarnos consiguiendo el pan de cada día y algo más. Es necesario descubrir a nuestro alrededor otros proyectos de trabajo donde siempre hay vacantes. Tú puedes acompañar a quienes vagan como ovejas sin pastor. Puedes fortalecerlos, darles la mano, abrirles oportunidades, consolarlos, mostrarles una ruta. Que nunca el egoísmo te desvíe la mirada y te paralice las manos. 

¡Quién lo creyera! En las clases menos favorecidas muchos reconocen de inmediato su vocación de apóstoles: Una madre separa de su escaso tiempo para visitar enfermos. Aquella acompaña los velorios, con un sentido solidario. Otra cose por la noche, para vestir a niños pobres. El dueño de una tienda hace escondidas caridades, que remedian muchas hambres. Este muchacho se dedica a preparar niños de Primera Comunión. Otro se ofrece para colaborar gratuitamente, cuando el vecino mejora su vivienda. 

Seguramente todos ellos regresarán a casa muy cansados. Pero con un cansancio que llena el corazón, ennoblece la vida y les garantiza que están viviendo el Evangelio