Del trigo y la cizaña

Domingo XVI del Tiempo ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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“Dijo Jesús: El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero mientras dormía, un enemigo sembró cizaña en medio del trigo”. San Mateo, cap. 13. 

Como en todas partes del mundo, los labriegos judíos también sostenían frecuentes pleitos por envidias, ventajas en linderos, deudas que no se cancelaron u otras razones. Y entre las maneras de vengarse se daban incendiar las mieses ajenas, obstruir las acequias de regadío, desbaratar las vallas para que los rebaños incursionaran en la era. O como este enemigo de la parábola, acercarse en la noche para arrojar cizaña sobre el surco. 

De otro lado San Jerónimo, quien había compartido con los campesinos de Palestina, escribe que “cuando brotan los tallos es imposible distinguir la cizaña del trigo. Que sus raíces se mezclan en la era con las del trigo o la cebada, de tal modo que no conviene arrancarla antes de la siega”. 

Buen trigo: Los que quieren vivir el evangelio. Cizaña: Aquellos que nos estorban el seguimiento de Cristo. Pero el asunto es más difícil: Trigo y cizaña crecen en nuestro propio corazón. ¿Cómo resolver tal problema? 

Cuando apareció la cizaña en el surco, los criados de aquel amo se ofrecieron de inmediato a arrancarla. Pero el labriego era sabio y les dijo: “Dejadlos crecer juntos. Luego diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña para quemarla y el trigo, almacenadlo en mis graneros”.

Lección número uno: Que el mundo es imperfecto. Que la historia es el resultado de agentes positivos y de otros negativos. Que nadie es bueno del todo y de una vez, así sea creado por Dios. Porque frecuentemente usamos mal de nuestra libertad. 

Lección número dos: La tolerancia. Jesús nos la presenta sobre una realidad agraria: Dos gramíneas que crecen en la era. A nadie podemos catalogar de inmediato como pecador o como justo. Hay que esperar hasta el final.


Lección número tres: Un día el Señor pondrá las cosas en su punto. Pero mientras tanto lo esencial no es satanizar la cizaña, sino hacer que grane nuestra espiga. Jesús enseña que hemos de cavar, regar y abonar, hasta convertir esta era del mundo en algo aproximado al Reino de los cielos. 

En pasadas épocas los predicadores acostumbraron presentar el juicio de Dios con tintas tan oscuras, que redujeron la vida del creyente a una mera preparación para la muerte. Lo cual no es del todo evangélico. Tendremos en la vida futura recompensa o castigo, como enseña el Maestro. Pero la actitud del cristiano no puede quedarse solamente en intereses o en temores. Sería algo muy mezquino. Nuestra vocación en la tierra es de responsabilidad y de esperanza. 

Un ángel de la guarda oyó este diálogo en aquella sementera de la parábola: 

Tú eres mala, le dijo el trigo a la cizaña, mientras crecían juntos en la era. Ella le contestó: No me condenes todavía. Mis delgadas espigas sirven de medicina a algunos pajarillos. Además, al crecer cerca a ti, puedo enseñarte que no seas autosuficiente y vanidoso. ¿No crees además que quien cambió el agua en vino, algún día me puede transformar? Mira que ambos somos creaturas del Señor. Y yo sé que aunque siga siendo cizaña, Dios me ama