El Reino en caricatura 

Domingo XXIX del Tiempo ordinario, Ciclo B

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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“Se acercaron a Jesús los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan y le dijeron: Concédenos sentarnos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Jesús replicó: No sabéis lo que pedís”. San Marcos, cap. 10. 

El áspero cardenal Caetani, futuro Bonifacio VIII, le gritó un día en su cara al papa Celestino V: “ No se gobierna el mundo con padrenuestros”. Y así lo puso en práctica en su posterior pontificado, temido y perseguido por numerosos príncipes. Eran aquellos tiempos del siglo XIII, cuando la Iglesia se entendía como un estado más entre las naciones de la tierra. 

Quizás los papas y los obispos de entonces ponían por obra el ambicioso proyecto de los Zebedeos: Ser primeros ministros cuando Jesús organizara su reino. 

Fue expresa la petición de Santiago y Juan. Pero el Señor les respondió con una pregunta: “¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?. Una expresión muy judía, que equivale a correr la misma suerte, la cual en el caso del Señor, sería morir crucificado en Jerusalén. “Lo somos” contestaron ingenuamente los dos discípulos. Jesús, al comprender que no captaban aún qué era “el Reino de los cielos”, les respondió de forma evasiva: Esos puestos de honor a mí no me toca concederlos. 

La Iglesia institución, en muchas coyunturas históricas, anduvo por esos caminos de ambición y de poder, que los hijos del Zebedeo perseguían. En los muros de la Sala Regia del Vaticano, los peregrinos pueden hoy admirar maravillosos frescos que glorifican a una Iglesia arrogante. Abundan allí las escenas bélicas, donde pontífices ecuestres desenvainan la espada y monarcas de rodillas ofrecen obediencia al papa. 

Más tarde, en el siglo XIX, cuando le fueron arrebatados al papa los Estados Pontificios, comenzamos a entender que el matrimonio entre la fe cristiana y el poder civil no era indisoluble. 

San Marcos no olvida contar que, ante la petición de aquellos discípulos, “los otros diez se indignaron”. Entonces Jesús los reunió y les dijo: “Los jefes de los pueblos los tiranizan y los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso. El que quiera ser el primero, sea esclavo de todos”. 

¿Qué pasaría los días posteriores a este incidente?. Tal vez el Maestro volvió a recalcar su enseñanza de simplicidad y de servicio. La misma que hoy llega hasta nosotros para indicarnos que las relaciones humanas, entre los discípulos de Cristo, han de estar impregnadas por la caridad. Es ella “la política de la compañía”, que sitúa en lugar preferencial a los más pequeños. En consecuencia los de arriba serán grandes, si se ejercitan en la ayuda a los necesitados. En consecuencia el derroche, la intriga, la prepotencia, son desagradables elementos que convierten el Reino de Dios en una torpe caricatura. 

Pero dejemos a un lado la historia, con tantos funcionarios que desconocieron el Evangelio y miremos a nuestro interior. Juan y Santiago vuelven a encarnarse en nosotros, para exigir prebendas, ya en la familia, en la empresa, en la sociedad civil. Aún en el grupo apostólico, la parroquia, la comunidad religiosa. 

Hemos entonces de recordar a diario aquella sentencia de San Marcos: “Vosotros nada de eso”, teniendo como eslogan de nuestra vida el que Jesús nos presentó: “Sed sencillos como palomas”. Aunque sin olvidar la prudencia de las serpientes.