Los amigos maleducados 

Domingo XXVIII del Tiempo ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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“Dijo Jesús: Un rey celebraba las bodas de su hijo y envió mensajeros a avisar a los convidados. Pero ellos no quisieron venir”. San Mateo, cap. 22. 


La calidad de la fiesta y del banquete, en aquella boda real, sería extraordinaria para el contexto de entonces: Exquisitas viandas, bebidas generosas. Músicos y bailarinas. Y además la solemne presencia de los principales del reino. Sin embargo, la forma de convocar a los invitados carecería de la técnica actual. A pie o quizás sobre un asno irían los mensajeros, recordando a los amigos del rey que todo estaba punto. 

Pero ellos empezaron a excusarse. El texto de san Lucas es más explícito: “Dijo el primero: He comprado un campo y tengo que ir a verlo. Otro dijo: Compré cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Y el tercero: Me he casado y por eso no puede ir”. Y aunque todos añaden la consabida frase: “Te ruego me dispenses”, su actitud es odiosa y descortés. 

Pero el rey insistió enviando un segundo grupo de criados, para explicar que ya se habían sacrificado las reses y todo estaba listo para la fiesta. La Biblia en muchas partes nos presenta la insistencia de Dios, que nos ama con amor incansable. 

Sorprende en la parábola el talante agresivo de aquellos indignos amigos del rey. A san Mateo que era judío y le dolía la ingratitud de su pueblo hacia Yavéh, no le tiembla la mano para escribir: “Otros convidados echaron mano a los criados y los maltrataron hasta darles muerte”. 

La cólera del rey no se hace esperar. Pero no frustra su generosidad. Manda otros criados a los cruces de los caminos, para que inviten a cuantos encuentren. “Malos y buenos” escribe el primer evangelista, pasando del hecho real al significado de la parábola. San Lucas además identifica: “Pobres y lisiados, ciegos y cojos”.

Pero san Mateo complica las cosas al final. Presenta a uno de esos invitados de la calle, que entró a la sala del banquete sin el vestido apropiado. Extraña circunstancia ante las costumbres de entonces. Si el rey era tan generoso ¿cómo exigía un vestido especial a estos desechables de última hora? 

Parece que aquí el Maestro señalaba de nuevo la doblez de los fariseos. Querían gozar la cercanía de Dios, sin vestirse de honradez y de transparencia. Pero tendríamos que entrevistar al evangelista, para lograr una mejor explicación al respecto. 

Sin embargo la parábola es diáfana en cuanto a la intención del Señor de mantenernos a su lado, frente a las mil razones con las cuales esquivamos su amistad. 

“Decirle no a Dios” es una elemental definición de pecado. “Hacerle caso a Dios”, como dice la Biblia que hizo Abraham, es un sólido programa de vida cristiana. 

Dentro de estos extremos transcurre nuestra diaria conducta. Pero cuando uno ama es atento, detallista, diligente, solícito. Cuidadoso de no lastimar ni siquiera levemente los hondos compromisos del amor. 

Más que invitados de primera hora tal vez nosotros somos llamados a la segunda mesa. Donde se muestra de modo más patente la bondad generosa de Dios. Muy poco se nos pide para compartir del banquete: Buen apetito y una sinceridad a toda prueba. La cual podríamos traducir como una fe lógica, esforzada y coherente.