Jaque mate del Maestro

Domingo XXXI del Tiempo ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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“Dijo Jesús: En la cátedra de Moisés se han sentado los letrados y los fariseos. Haced y cumplid lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen”. San Mateo, cap. 23. 

Definición de levadura: “Sustancia capaz de producir la fermentación de un cuerpo. Su uso es corriente en la fabricación del pan, del vino y la cerveza”. 

Cuando Jesús les dice a sus discípulos: “Guardaos de la levadura de los fariseos que es la hipocresía”, señala que ese maléfico elemento había contaminado del todo a sus contradictores. 

Es un largo discurso que en San Mateo alcanza 39 versículos, dirigido a los “letrados y fariseos”. Ellos dedicaban su vida al estudio de la Ley, sobresaliendo entre los más piadosos. Ejercían además muchos cargos en la estructura religiosa de Jerusalén. 

El evangelista, pecador público cuando ejercía de publicano en Cafarnaúm, tenía razones para grabar muy bien las invectivas del Maestro contra este grupo. Partes esenciales de este discurso también las encontramos en San Lucas, con motivo de la cena que Simón, otro fariseo, le ofreció al Maestro. 

La expresión “cátedra de Moisés” tiene aquí un sentido figurado. Significa la autoridad que las tradiciones religiosas les daban ante el pueblo. Pero Jesús les reprocha su afán por imponer a los demás deberes que ellos no cumplen. Señalará más tarde San Pablo en sus cartas, que el judaísmo se había convertido para el pueblo en una carga insoportable. 

Los acusa el Señor de hacer buenas obras, buscando que la gente los vea y los alabe. Igualmente de procurar los primeros puestos en los banquetes y en las sinagogas. 

Y termina con una frase contundente, jaque mate contra sus adversarios: “Haced y cumplid todo lo que los fariseos os digan. Pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen”. 

Este señalamiento pudo haber sido un llamativo incidente en la historia de Jesús. Pero fue algo más. El Señor puso entonces en escena un vicio que ha contaminado a muchos bautizados y nos contagia también a nosotros. 

En la amplia galería de los hipócritas luce con todo derecho nuestra efigie: Hombres y mujeres inmaculados para la exportación, corruptos y pequeños en nuestra conducta privada. Espejos de virtudes en el círculo social o en la empresa, egoístas inaguantables en familia. Pregoneros de la justicia social y siempre tacaños con nuestros empleados. Críticos por sistema de la Iglesia institución, que en verdad tiene muchos lunares, pero sin ganas de reformar ni un ápice la propia vida. 

Ahondando en las causas que alimentan nuestra hipocresía encontramos una indiscutible: El ansia de poder. Nos interesa a toda costa quedar bien, para ganar escalafón social y capacidad de dominio sobre los otros. 

Pero Jesús enseña lo contrario: “No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos”. “No os dejéis llamar jefes, porque uno solo es vuestro Señor”.

Podríamos entonces iniciar un camino de regreso a la sinceridad y a la llaneza. Recordemos a san Ignacio de Antioquía quien escribió a los fieles de Éfeso: “Más vale callar y ser, que hablar y no ser”. No busquemos a toda costa la alabanza. Los médicos enseñan que el incienso hace perder el equilibrio y luego daña en corazón.