Carta de intención 

Domingo XXXI del Tiempo ordinario, Ciclo B

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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“Respondió Jesús al letrado: Este es el primer mandamiento: Escucha, Israel, amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu mente, con todo tu ser”. San Marcos, cap. 12. 


En el Deuteronomio, un nombre que significa “segunda ley”, encontramos, aparte de otros contenidos, una continua exhortación al pueblo escogido, para que nunca olvide su alianza con Yahvé. 

Un bello ejemplo nos ofrece el capítulo 4: “Escucha Israel: Amarás al Señor tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Estas palabras las atarás a tu muñeca como un signo. Serán en tu frente una señal. Las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales.”

Es ésta la “Shema Yisrael Adonai Eloheinu”…oración oficial de los judíos, que ellos repiten varias veces al día. Profesión de fe, más que plegaria. 

Años después los fariseos, más amigos de la letra que del espíritu, fabricaron pequeños rollos que contenían estos mandatos, para atárselos en la frente, sobre el brazo izquierdo, en los flecos del manto y en los soportes de sus puertas. 

Pero tales preceptos que venían desde Moisés, habían sido aumentados hasta el infinito por los maestros de la ley. Un judío de entonces tenía ante ojos 613 normas, cuya importancia discutían a cada paso los rabinos. 

Con razón aquel hombre, que veía en Jesús un profeta sincero y renovador, quiso clarificar su conciencia. “¿Cuál es el mandamiento más importante más importante de la ley?”, le preguntó. Los presentes esperaban quizás que el Maestro resaltaría la frecuencia de la oración, la sinceridad interior, la justicia con los oprimidos. Pero el Señor no respondió de forma directa. Citó únicamente el “Shema”, contenido en el Deuteronomio. Como si nos dijera: Sólo una cosa es necesaria, de la cual brotan todas las relaciones con Dios y con el prójimo. Porque enseguida añadió una cita del Levítico: “El segundo mandato es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. 

Al devolver la historia religiosa del judaísmo a ese tiempo remoto, Jesús señalaba al mismo tiempo, el fundamento de nuestra fe cristiana. Ya no se trataría de “Cumplirás”. “Amarás” sería lo esencial para nosotros. 

A través de todo el evangelio descubrimos cómo el Maestro expone su programa de la Nueva Alianza : Nuestras relaciones con Dios serán de amor y de confianza. Igualmente nuestras actitudes hacia el prójimo.

Todo ello lo fue explicando Jesús en sus parábolas: “El Reino de Dios es semejante”... “Un padre tenía dos hijos”. “El Reino de los cielos se parece”… “Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó”…

Muchos judíos que luego, de Pentecostés, empezaron a frecuentar las comunidades cristianas, captaban esa enorme diferencia y se sentían cómodos ante un Dios, que es Padre misericordioso. Dentro de una comunidad, que “tenía un solo corazón y una sola alma”. 

Pudiéramos señalar que la primera encíclica del Papa Benedicto, “Dios es amor”, es una “Carta de intención” para el mundo de hoy. Con razón él respondió a unos periodistas alemanes: “El cristianismo no es un cúmulo de prohibiciones, sino una opción positiva. Y es muy importante que eso se vea de nuevo. Se ha escuchado tanto lo que no está permitido, que ahora es necesario ofrecer lo que nos proponemos: Es decir, el amor en todas sus dimensiones”.