Nosotros ¿qué buscamos?

Epifanía del Señor, Ciclo A, 

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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"Entonces unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén 
preguntando: ¿Dónde está el rey de los judíos que
ha nacido? Porque hemos visto su estrella". San Mateo, cap. 2.

Miqueas, un profeta del Antiguo Testamento, le debe San Mateo el 
haberlo sacado del anonimato: "Habiendo
nacido Jesús en Belén - dice el evangelista - unos magos se 
presentaron en Jerusalén preguntado: ¿Dónde está
el Rey de los judíos?". Herodes pide ayuda a sus áulicos. La pregunta 
era extraña, y además despertaba la
sospecha del temeroso rey: ¿Alguien conspiraría en su contra? ¿Serían 
estos viajeros colaboracionistas del
líder rebelde?

Los letrados judíos responden a Herodes con un texto de Miqueas: "Y tú 
Belén, no eres ni mucho menos la última
de las ciudades de Judá, pues de ti saldrá el pastor de mi pueblo". 
Como si este vidente, contemporáneo de
Isaías, hubiera compuesto el primer villancico de la historia.

Que estos extranjeros, mercaderes talvez, supieran del Mesías, que lo 
imaginaran como rey, se explica por la
comunicación entre Israel y los pueblos vecinos. Al ser personas de 
categoría, pudieron relacionarse con los
funcionarios de la corte. De otro lado, su religión oriental, muy 
ligada con la observación de los astros, les
hizo ver una especial estrella.

Entonces la imaginación de los primeros cristianos se desbordó, y 
aparecieron los escritos apócrifos. Estos
nos presentan por las estrechas calles de Jerusalén, la vistosa 
caravana de poderosos caballeros (los artistas
los pintaron como reyes), entre enjaezados camellos y una turba de 
pajes y curiosos.

Más tarde, algunos pretendieron identificar sobre el firmamento, aquel 
astro que guió a los magos. Santo Tomás
de Aquino señala que quizás Dios creó una estrella peculiar, para aquel 
solemne momento. Pero Kepler,
astrónomo del siglo XVII, afirma que entonces tuvo lugar la conjunción 
de Marte, Júpiter, y Saturno, fenómeno
que ocurre cada 805 años.
Todo esto nos invita a distinguir, como en otros pasajes de la Biblia, 
el hecho histórico, la forma como el
autor sagrado lo cuenta, y el mensaje que quiere transmitirnos.

San Mateo escribe para los judíos, mostrando en repetidas ocasiones 
que ese Niño nacido en Belén era el Hijo
de Dios. Una teología que se elaboró paso a paso, en los primeros años 
de la Iglesia. Pero a la vez, el
primer evangelista resalta que la venida de Dios a la tierra no es 
privilegio exclusivo de Israel. Cristo es
el Salvador de todos los hombres.

En un primer momento aquellos pastores, aunque ignorantes, pero criados 
en el judaísmo, se acercan a Jesús.
Ahora unos paganos extranjeros también lo descubren.

¿Serían reyes? ¿Serían sabios y ricos?. No eran magos en el sentido 
actual de la palabra. Pero sí consta que
fueron buscadores. ¿Buscadores de qué? De algo que luego se convirtió 
en Alguien. Detrás de la luz de una
estrella, encontraron el rostro de un Niño.

¿Nosotros qué buscamos? Muchos se esfuerzan día y noche por la justicia 
social o el progreso de los pueblo.
Otros ansiamos la paz del corazón, la salud, una estabilidad económica. 
Buscamos que alguien nos mire con
ternura. Esperamos un abrazo, un lecho tibio, un poco de alimento para 
sobrevivir hasta mañana.

Cosas todas que, miradas desde la fe, son guiños que Dios hace. 
Destellos. Apenas comparables con el tímido
parpadear de una estrella.






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