XI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
San Mateo 9, 36-10,8: La compasión de Jesús
Autor: Padre Hernán Quijano Guesalaga
Éxodo
19, 1-6
LA COMPASIÓN DE
JESÚS
En continuidad con
el domingo pasado, la liturgia retoma como hilo conductor de nuestra reflexión
el tema de la misericordia y el amor de Dios.
Jesús encarna la Misericordia de Dios.
Se trata, en el
evangelio del día, de la compasión que Jesús tiene
por esa multitud de hombres
fatigados y abatidos que
dice se encuentran como ovejas sin pastor
(Mt. 9, 36). Es también la compasión la actitud
que Jesús pide a los doce apóstoles que Él envía
como pastores a pastorear las ovejas descarriadas, para sanar los enfermos,
resucitar los muertos, limpiar a los leprosos y liberar a los endemoniados (Mt.
10, 5-8).
Se ha dicho que
para expresar la bondad y compasión de Jesús, san Mateo “usa un verbo de una
gran trascendencia bíblica (splagnízomai), que indica el
estremecimiento del seno materno ante su hijo”.[1]
Su compasión es como el amor de una madre por su hijo.
La compasión o el
amor, como actitud de Dios respecto de los hombres, se pone de manifiesto
también en la primera lectura de hoy
(Éxodo 19, 1-6). Después de haber liberado a los
israelitas, una vez llegados al Sinaí, desde el monte llamó Dios a Moisés y le
encargó trasmitir al pueblo su intención de sellar con Israel una Alianza. Aquí
es donde Dios describe su amor por los israelitas
con rasgos de amor materno a través de la
imagen del águila que con sus alas protectoras les
condujo hasta Él a través del desierto, por lo que
ellos se han convertido como en la propiedad
intocable de Dios, un reino de sacerdotes y una nación santa.
El evangelista san
Mateo nos relata la misión de los doce apóstoles inmediatamente después de
hablar del corazón de Jesús
conmovido ante la fatiga y
abatimiento de quienes veía como ovejas sin pastor,
y de las palabras que dijo Jesús: “La cosecha es
abundante, pero los
trabajadores son pocos.
Rueguen al dueño de los campos que envíe trabajadores
para su cosecha” (Mt. 9, 36-38).
El llamado y envío de
los doce apóstoles es la respuesta de la compasión de Jesús.
Dos metáforas
agropecuarias usa el Maestro para referirse a la multitud que lo conmueve, la
primera: las ovejas sin pastor;
la segunda: la cosecha para la que no alcanzan los
trabajadores. Dos parábolas referidas a los
apóstoles que va a enviar: serán pastores y serán
cosechadores, pastores de ovejas sin pastor y cosechadores de una abundante
cosecha. Ambas imágenes subrayan
la necesidad de ayuda que tiene Jesús ante la magnitud y
urgencia de esa misión a la que asocia a los
enviados.
Él, Jesús, será
quien envíe y dé autoridad e instrucciones a los doce. Sin embargo, acá se habla
de la necesidad de rogar a Otro, al dueño de
los campos, para que Él sea Quien envíe trabajadores para
Su cosecha.
Es necesario orar. Es el Padre, quien envió a Jesús, la fuente de todo envío u
misión. Es una obra de Dios, no de los hombres.
Como Dios llamó a Moisés
y lo envió ante el pueblo a
trasmitir su intención de sellar la antigua alianza,
Jesús llamó y envió a los doce apóstoles
a sellar la nueva alianza.
Ellos, sus
enviados, deben proclamar, con sus palabras y con sus obras, que
el reino de los cielos está cerca
(Mt. 10, 7-8). La curación de los enfermos, la resurrección de los muertos, los
exorcismos a los endemoniados están entre los
signos de la llegada del reino. La parábola de la
cosecha alude sin duda a los tiempos escatológicos del juicio final del reino de
los cielos.
Por el momento, el
envío de Jesús está restringido a las ovejas
descarriadas de la Casa de Israel. Al fin de su
vida en la tierra, antes de ascender a los cielos, Jesús enviará a sus
discípulos a todos los pueblos
(Mt. 28, 19).
El designio divino
era que el Israel de la Antigua Alianza, reino de sacerdotes y nación santa,
fuera la luz de todas las naciones (Éxodo 19, 5-6).
Los doce apóstoles, como plenitud del antiguo Israel,
simbolizando a las doce tribus,
realizan el nuevo Israel que es la Iglesia.
Reino de sacerdotes y nación santa después de haber sido lavada con la Sangre
del Cordero de la Nueva Alianza. Una Iglesia que
debe tener los mismos sentimientos de Jesús, y hacerse compasiva, llena de
ternura y de bondad para con la inmensa multitud
de ovejas sin pastor y la creciente abundancia y urgencia de trabajadores para
la cosecha de Dios. Compasión para hacerse cargo de los dramas y angustias de la
historia humana, enfermedad, muerte, conflictos…
Comienza a
continuación en san Mateo el discurso de Jesús con las
instrucciones a los Apóstoles
a quienes envía. El fragmento hoy proclamado termina con estas palabras
contundentes: “Gratuitamente han recibido,
gratuitamente deben dar”. En ellas se expresa la
gratuidad del don de la salvación
que el Padre nos regala en Cristo.
Nosotros los bautizados
somos la propiedad de Dios, pueblo sacerdotal y nación santa, fuimos pecadores
pero hemos sido lavados con la sangre del Cordero de la Nueva Alianza.
Celebrando la Eucaristía, signo de la compasión de Dios que nos da gratuitamente
la salvación, pidamos al Señor aprender a tener sus mismos sentimientos de
misericordia y ternura para con los débiles y pecadores.
Y al final de la misa,
cuando oigamos el “Vayan en paz”, sintámonos también enviados a proclamar hoy
que el reino de los cielos está cerca.
Pbro. Hernán Quijano Guesalaga
Paraná, Argentina
Domingo 15 de junio de
2008