Miércoles de Ceniza, Ciclo B

San Mateo 6, 1-6.16-18: Déjense reconciliar con Dios

Autor: Padre Hernán Quijano Guesalaga

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Joel 2, 12-18: 2° carta de san Pablo a los cristianos de Corinto 5,20-6,2;Evangelio según san Mateo 6, 1-6.16-18 

DÉJENSE RECONCILIAR CON DIOS 

La expresión elegida como título de esta homilía está tomada literalmente de una de las lecturas del día, la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.

“Les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios. A Aquel que no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro, a fin de que nosotros seamos justificados por él” (2 Cor. 5, 20-21).

La frase “Déjense reconciliar con Dios”, que casi como una súplica dice san Pablo a los corintios, resume el mensaje y el signo litúrgico de este día, el miércoles de ceniza.

Se trata de un signo fuerte de la liturgia, el de la imposición de la ceniza sobre nuestra cabeza, que apunta a nuestra conversión, al arrepentimiento de nuestras faltas como disposición para recibir esa justificación, la salvación, gratuita que nos viene de Jesús en virtud de su Pasión, Muerte y Resurrección.

 Un signo, sin embargo, como lo expresa el evangelio (Mt. 6, 1-6.16-18), que no quiere ser un rito meramente externo sino que busca una conversión interior. La limosna, la oración y el ayuno que cuentan no son los que se hacen para ser vistos por los demás, porque ellos ya tienen su recompensa, sino los que se ofrecen como en secreto, a la vista de Dios, y que no quedarán sin recompensa.

Pero el signo exterior de la ceniza sobre nuestra cabeza es útil, como un sacramental, no sólo por lo que nos insinúa como signo comprensible, sino por la gracia actual dispositiva que a través de él Dios nos comunica en el interior del alma.

Si me visto de penitente no lo hago por doblez o hipocresía sino para ayudarme a que el interior viva en coherencia con el exterior.

El fruto que normalmente se logra, y que humildemente pedimos a Dios, es la conversión o el arrepentimiento de nuestros pecados. Ésta es la única condición que Dios pide para concedernos gratuita y generosamente el don del perdón y la salvación.

Iremos madurando durante estos días santos de la Cuaresma, con la ayuda del Señor, las disposiciones más aptas que hay que asumir para vivir con plenitud la renovación y actualización del misterio pascual de Jesús en la próxima Semana Santa.

La Cuaresma no tiene sentido en sí misma sino en función de la Pascua que se prepara. Todos los eventos importantes del calendario los preparamos con anticipación y dedicación. Cada tiempo litúrgico tiene su gracia específica y propia; la gracia de la Cuaresma es la de disponernos cada año a vivir la Pascua de Jesús.

La Cuaresma es un tiempo en el que debemos rezar más intensamente, buscar espacios o ratos de oración más prolongados, probar métodos o estilos de oración nuevos, ponernos a la escucha de la Palabra de Dios para que como semilla ella se siembre y fecunde en nuestra alma.

La Cuaresma es un tiempo que se parece a un entrenamiento, como el de un deportista o el de un militar. Se exigen ciertas renuncias en pro de ciertas opciones que van adquiriendo importancia y vigencia valorativa. De ahí el sentido de la penitencia, una de las prácticas sugeridas para la Cuaresma y sintetizadas en el ayuno.

Sin olvidar los otros e importantes fines de la penitencia cristiana, me gustaría subrayar su relación con la autodisciplina. A medida que vamos contrariando gustos y tendencias incluso lícitas vamos adquiriendo dominio y soberanía sobre nosotros mismos.

La Cuaresma es también tiempo propicio para la solidaridad con nuestros hermanos. La tradición cristiana ha asociado la penitencia y la limosna de tal modo que lo que ahorramos por el ayuno lo compartamos con los más necesitados.

Que en la misa de hoy, mientras se traza con ceniza la señal de la cruz sobre nuestra cabeza, y oímos el llamado que hizo Jesús al cambio de corazón: “Conviértete y cree en el Evangelio” (Mc. 1, 15), comencemos a caminar hacia una transformación de nuestras vidas todas muriendo y resucitando con el Señor. 

Pbro. Hernán Quijano Guesalaga

Capilla Policial San Sebastián,

Paraná, Argentina

Miércoles 25 de febrero de 2009