XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 10, 17-30:
La dureza de corazón

Autor: Padre Hernán Quijano Guesalaga

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Génesis 2, 4b. 7a. 18-24; Carta a los Hebreos 2, 9-11; Evangelio según san Marcos 10, 2-16 

LA DUREZA DEL CORAZÓN

Respondiendo a los fariseos, que lo ponen a prueba con la pregunta sobre el divorcio, Jesús remitió a la intención original de Dios, creador del hombre a su imagen como varón y mujer, esposo y esposa llamados a ser una sola carne.

Por eso leemos como primera de las lecturas bíblicas, uno de los dos relatos sobre la creación del libro del Génesis. En él podemos advertir cómo Dios dio vida al primer hombre comunicándole su aliento.  Este hombre es superior a los animales y seres vivientes, lo que se manifiesta en la misión que le confirió Dios de asignar nombre a todas las otras cosas del mundo. Porque todos los otros seres del mundo fueron hechos a la medida del hombre, para su servicio, siendo éste su administrador y custodio por mandato divino. Sólo el hombre es persona, sujeto, yo, imagen de Dios, y hay una diferencia abismal entre un ser de tal dignidad y el resto, que son cosas.

De entrada Dios hizo y quiso al hombre como un ser social, y le buscó por compañera y ayuda adecuada a la mujer, que creó sacándola de la costilla del varón, para mostrar la unidad, igualdad y complementariedad originaria del varón y la mujer. Ese ser, la mujer, es el único que puede entrar en diálogo con el varón y constituirse en ayuda adecuada para él, quien de otra forma hubiera quedado como en soledad sorda y muda en medio del resto del inmenso universo.

Ella es “es hueso de sus huesos y carne de su carne”, dice el texto sagrado. En este lugar es donde el autor del Génesis relaciona el proyecto creador de Dios con el matrimonio: “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne”.  Porque es “carne de su carne”, unida al varón llegan a ser “una sola carne”.

Es el texto que en el evangelio cita Jesús a favor de la indisolubilidad del matrimonio: “Desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”.

En el proyecto original de Dios estaba el amor, la unidad y la indisolubilidad del matrimonio entre el varón y la mujer. Ellos, varón y mujer, por separado, en cierta forma, son incapaces de mostrar totalmente la imagen de Dios, sino  sumando, juntos, varón y mujer, unidos en matrimonio, complementándose, como dos piezas de un único objeto que sólo se configura cuando aquellas se juntan.

Éste es el plan original del Creador. Sin embargo, por la dureza de los corazones de los hombres, antes de la venida de Jesús, mientras regía la ley mosaica, fueron toleradas y permitidas ciertas formas de divorcio.

Cuando los fariseos lo interpelaron poniéndolo a prueba, Jesús respondió recordando a Moisés, como si hubiera querido señalarles que la ley de Dios está por encima de las aplicaciones y la praxis de las escuelas rabínicas. Queda clara la razón de la excepción anterior: por la dureza del corazón. Y enseguida les dijo “pero al principio no fue así”. Con Jesús, el Salvador, que viene a sanar la debilidad y la dureza del corazón del hombre, se da término al tiempo de tolerancia y se instaura de nuevo el plan original. Él, Jesús, es superior a Moisés y a la Ley de Moisés. Lo que viene a instaurar, la voluntad original de Dios, es superior a Moisés y a la Ley de Moisés. Los tiempos de la dureza del corazón deben finalizar porque ya está el remedio: su gracia salvadora. El viejo documento mosaico de divorcio ya no está en vigencia; queda claro esto cuando Jesús amplió su enseñanza para el grupo íntimo de sus discípulos.

Sin embargo, quien todavía hoy se resiste a la gracia salvadora de Jesús, persiste en la dureza del corazón. Por ello, hoy, como entonces, hay quienes vuelven a poner a prueba a Jesús y su Iglesia planteando cuestiones como estas del divorcio y otras como los anticonceptivos, el aborto, etc. Como si le tomaran examen nuevamente a Jesús. Como si le negaran al Sr. su potestad de legislar lo que debe regir la conducta del hombre. Con todo, la gracia basta para sanar la dureza del corazón y el pecado.

De la cultura vigente siguen llegando a Jesús preguntas para ponerlo a prueba y también otros modelos de familia, de matrimonio, del amor, de la relación entre varón y mujer, modelos que mediáticamente pretenden imponerse y sustituir el plan del Creador y de Jesús. Volviendo al proyecto original de Dios advertimos el contraste entre valores y antivalores, modelo y antimodelos.

¿Es necesario recordar que para ser fiel a ella misma y a Jesús, la Iglesia no puede plantear como negociables cuestiones como la defensa del matrimonio? Con todo, la afirmación de los principios siempre válidos, es compatible la vigencia del amor y la misericordia, la comprensión y la delicadeza, que serán aplicadas pastoralmente para iluminar una seria preparación de los novios creyentes para el sacramento del matrimonio, en la coexistencia de diversos pluralismos culturales y diferentes concepciones sobre la relación entre varón y mujer, y para ayudar a quienes viven en la pareja situaciones problemáticas.

No es casual o ajeno al texto evangélico sobre el matrimonio, el fragmento que sigue y cuenta de aquellos niños que quisieron acercarse a Jesús y Él defendió. Porque Jesús afirmó que para entrar al Reino de Dios hace falta tener la disposición de los niños. Como si hubiera querido expresar que si fuéramos como niños no haríamos cuestión a sus enseñanzas sobre el amor matrimonial u otras del magisterio.  Los niños, en efecto, normalmente confían en sus padres, son crédulos, se dejan conducir por ellos. El Reino es un don de Dios, iniciativa de Dios; no se conquista o adquiere, sólo hay que disponerse a acogerlo, como los niños reciben los regalos de sus padres. Los niños, con su actitud, aparecen contrapuestos a los fariseos que cuestionaron al Maestro. “Dejen que los niños vengan a Mí”, valdría decir que Jesús, Dios quiere la salvación de todos, que seamos como niños y recibamos y cumplamos sus enseñanzas y mandatos, porque ésa es la vía para entrar en el Reino.  

Pbro. Hernán Quijano Guesalaga

Parroquia Sagrado Corazón de Jesús y Capilla Policial san Sebastián

Paraná, Argentina

Domingo 4 de octubre de 2009