XXX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 10, 46-52:
Al costado del camino

Autor: Padre Hernán Quijano Guesalaga

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Jeremías 31, 7-9; Carta a los Hebreos 5, 1-6; Evangelio según san Marcos 10, 46-52 

AL COSTADO DEL CAMINO 

La página del evangelio de san Marcos es la historia de uno que se creía ciego y en realidad veía y vio más todavía, frente a otros que no veían y sin embargo creían ver. Jesús había hecho su último anuncio de la pasión y muerte inminentes, pero los apóstoles rechazaban esta idea, todavía no veían el sentido de este final de Jesús, no tenían suficiente fe en él, y por eso venían discutiendo por el camino sobre quién de ellos ejercería el rol más importante en el reino que iba a instaurar Jesús.

En este contexto debemos leer la historia del ciego Bartimeo. Porque el encuentro de Jesús con este ciego fue en el camino de Jesús hacia Jerusalén, el camino de Jesús hacia su pasión y muerte. Jericó, en efecto, era un paso obligado en el camino hacia la ciudad de Jerusalén.

A la salida de Jericó, iba Jesús con sus apóstoles y lo seguía una multitud. El ciego estaba al costado del camino. Al costado del camino al inicio de este relato. En camino, detrás de Jesús, al final de este relato. Al inicio estaba marginado, exilado, al final de la historia deja el exilio y se encamina hacia la patria. 

La visión del profeta Jeremías en la primera lectura nos habla del retorno del pueblo de Israel de su exilio en Babilonia. Vuelven cantando, llenos de gozo, y entre la multitud hay lisiados y ciegos, mujeres embarazadas y otras que han dado a luz.

El ciego de Jericó, curado por Jesús, pertenece a esta multitud que vuelve del exilio.

¡Cuántos hombres hoy exilados de la fe! ¡Cuántos hombres hoy ciegos al costado del camino! 

Bartimeo, al oír que era Jesús quien pasaba le llama. "Jesús, hijo de David, ¡ten compasión de mi!", e insiste, aunque quieren hacerle callar. Jesús dice que le llamen. Le avisan: "Ponete contento, te llama". Y el ciego deja el manto (que era todo lo que él tenía: paraguas, frazada, bolsa), lo dejó todo, al borde del camino, y pegó un salto, y fue hasta Jesús. No fue Jesús hasta el ciego, sino que dejó que Bartimeo fuera adonde Él estaba, en el camino, porque Jesús quería que el ciego dejara su exilio y se pusiera en el camino.

"¿Qué quieres que haga por ti?", le preguntó Jesús a Bartimeo. ¿Qué responderíamos nosotros si Jesús pusiera de tal modo todo su poder a nuestra disposición?

"Señor, que vea". Y al instante vio. Y a pesar de que Jesús le dice que se vaya, el que era ciego no se fue sino que lo siguió por el camino, alabando a Dios (Lucas). Lo siguió por el camino hacia Jerusalén, a la pasión y la muerte de Jesús. Todo discípulo ha de seguir el camino de Jesús. Al ver, el que era ciego tuvo fe. En realidad era la fe la que pedía cuando suplicaba para ver, y lo que pidió se le concedió. 

La liturgia del bautismo tiene una parte del rito que se llama liturgia de la luz. El padrino enciende su vela en la luz del cirio pascual y el sacerdote dice una oración: "que esta luz que ha sido encendida hoy no se apague sino que sea incrementada de tal forma que a la vuelta del Señor este niño pueda salir a su encuentro con la lámpara encendida". En el bautismo se inicia el camino de la fe de todo discípulo de Jesús, y éste es un camino de luz, de visión. Por eso, durante la ceremonia hacen la profesión de fe, normalmente también los padres y padrinos en nombre de ese niño que un día renovará por sí mismo esa fe y las promesas de su bautismo renunciando al demonio, sus obras y sus engaños.

No seamos ciegos sino videntes, pidamos ver, y veremos; no estemos al costado del camino sino en camino detrás de Jesús; volvamos del destierro y del exilio de nuestros propios miedos y temores y caminemos hacia la luz, que es Jesús. 

Quisiera hacer una última mención a la próxima víspera de la solemnidad de todos los santos, el 31 de octubre. Por influjos foráneos a nuestra cultura cristiana, la noche del 31 de octubre pretende ser celebrada como una suerte de contra fiesta pagana a las fiestas cristianas. Se pretende celebrar la oscuridad y la noche mientras los cristianos celebramos la luz.

Se impone un discernimiento por parte de los educadores y los padres para que no perdamos el genuino sentido de la fiesta de todos los santos, la fiesta de la santidad, y no nos dejemos influir por leyendas y mitos de origen no cristiano: muertos que andan dando vuelta, duendes, brujas, magia, todo esto mezclado con la acción del demonio. Recordemos que el día de nuestro bautismo hemos renunciado a la noche y adherido a la luz, hemos renunciado al demonio y a sus tretas y trucos. Rescatemos la grandiosidad de la fiesta de todos los santos que evoca nuestra participación en la resurrección de Jesús.  

Pbro. Hernán Quijano Guesalaga

Sagrado Corazón de Jesús y San Sebastián, Paraná

25 de octubre de 2009[1]



[1] Sobre la base de la homilía del mismo autor para igual ocasión en el año 2006.