III Domingo de Cuaresma, Ciclo A.

San Juan 4, 5-42: El pozo que, todos, tenemos

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

Nos preocupa, sobre todo en España, la escasez de agua. Miramos hacia el cielo deseando que, el Señor, la envíe abundantemente porque, sin ella, es difícil vivir y, sin ella, todo –personas, animales y valles- se resecan.

1.- Lo mismo que la tierra tiene sed, algo parecido le ocurrió a Jesús. Estaba cansado, sediento y….pedía agua. Al borde de un pozo, la Samaritana, quería quedarse en lo superficial (que también es importante) pero Jesús le ofrece otro agua que es surtidor de paz y de vida interior, de felicidad y de dicha.

¿Dónde tienes tú el cántaro? Respondería la Samaritana. Decía, reclamaba y hacia como tantas veces, lo hacemos nosotros cuando ponemos trabas e inconvenientes a Dios para que El no actúe en nuestras vidas. ¿De qué estamos sedientos? ¿Del agua cristalina y fresca? ¿O de algo más? El mundo, los hombres y mujeres de nuestro tiempo, están/estamos saturados de todo y, a la vez, de nada. Sentimos que no nos falta lo necesario para vivir y, en un sentimiento encontrado, percibimos que nos falta siempre un “algo” para ser felices.

Es entonces cuando, Jesús, entra en acción. No nos ofrece el agua embotellada o etiquetada que el negocio nos vende. Jesús, consciente de la sed del hombre, esa sed que no es apagada por la frescura del agua corriente, nos lleva a una fuente que calma nuestra ansiedad y sed de Dios. Entre otras cosas, sentarse junto al pozo de Jesús, implica –además- sentarse frente a la verdad de uno mismo. Y, esto, ¡cuánto nos cuesta!

2.- Todos, también los que estamos preparándonos a los días santos de la Pascua, tenemos un pozo donde y en el que encontrarnos con el Señor.

. El pozo de la oración. En él, el Señor, nos moldea y nos habla. Es un pozo en el que, el corazón que busca a Dios, se abre de tal manera, que el Espíritu obra maravillas en él.

. El pozo de la Eucaristía. Cuando nos acercamos a ella sentimos que, además de mitigar la sed, el Señor nos alimenta y fortalece para seguir batallando en la vida.

. El pozo de la Palabra. Al acercarnos al pozo de la Palabra sentimos que el Señor nos interpela con la misma fuerza que a la Samaritana. Parece como si, ésta o aquella Palabra, estuviera expresamente indicada, dicha y diseñada para cada uno de nosotros. Como si Dios, al igual que lo obró en la misma Samaritana, tuviera especial interés en despertar nuestra sed por El y para El.

. El pozo de la Iglesia. Muchos hermanos nuestros, amigos y conocidos, prefieren buscarse sus propias fuentes para creer y esperar. Pero ¿Quién nos ha dado de beber, con pasión de madre y gratuitamente, el agua del Evangelio, del amor de Dios o de los sacramentos que incentiva y da vida a nuestra fe? El pozo de la Iglesia. En él nos sentamos para escuchar la Palabra; para ponernos en paz con Dios por el sacramento de la reconciliación; para recibir el pan de la Eucaristía o para compartir, lo mucho o lo poco que tenemos, con los más necesitados.

3.- Frente a un mundo hambriento y sediento de lo superfluo, la Samaritana, representa esa parte interior, que todos nosotros poseemos, y que está llamada a despertar, cuidarse y descubrirse por el encuentro personal con Jesús.

Está bien que, como necesitados del agua natural, la pidamos a Dios pero, de igual manera, miremos un poco más allá; profundicemos bajo las aguas del simple pozo de nuestra existencia y…busquemos ese Espíritu que nos puede dar vida y tonificar totalmente, de arriba abajo, lo que somos, pensamos y realizamos.

4.- TÚ, SEÑOR, ERES EL POZO DE AGUA VIVA

Soy caminante en busca de lo alto

y por ello tengo sed, no tanto de beber,

cuanto de llegar a Dios. 

¡TÜ, SEÑOR, ERES EL POZO DE AGUA VIVA!

Mi camino, cansado y abatido,

son pasos que conducen hacia alguien:

¿Estarás al final, Jesús?

Mi camino, sabiendo que Tú esperas,

sé que será sendero que conducirá

entre pruebas y llantos

alegrías y penas, al pozo de la amistad

 

¡TÚ, SEÑOR, ERES EL POZO DE AGUA VIVA!

Sentarme junto a Ti, Señor,

es contemplar la grandeza y la pobreza de mi vida

es entender que, Tú, como nadie

pones sobre la mesa aquello que , de mi vida,

muy poco o nada, me interesa pregonar ni ver.

 

¡TÚ, SEÑOR, ERES EL POZO DE AGUA VIVA!

¿Cómo me darás de ese agua viva?

¿Cómo la sacarás, Señor?

¿Dónde tienes un cántaro?

¡Ah! ¡Ya lo sé, Señor!

Yo soy el vaso y el cántaro

con los cuales sacarás, para mí y para los demás,

el agua viva que brota a chorros

de la fuente de tu costado.

 

¡TÜ, SEÑOR, ERES EL POZO DEL AGUA VIVA!

Entra, Señor, en el pozo de mi alma:

es hondo, como el de la Samaritana

con fragilidades, como la vida de la Samaritana

con sed de agua limpia, como la de la Samaritana

con sed de Dios, como la de la Samaritana

Entra, Señor, en el pozo de mi alma

Y que, como la Samaritana, pueda decir también

He estado con Jesús…y sabe todo lo que he hecho

Amén.

                 24 de febrero de 2008