XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Solemnidad de Cristo Rey del Universo

San Mateo 25, 31-46: Un Rey que no nos deja indiferentes

Autor: Padre Javier Leoz

 

1.- Llegamos al final del ciclo litúrgico y, en los aledaños del Adviento, celebramos a Jesús como Rey. Un reinado muy atípico es el del Señor:

-No tiene fronteras, aduanas o ley de extranjería

-No hay fosos que separan la fortaleza en la que El vive, del pueblo que le busca

-No ondea más bandera que la de hacer el bien

-No existen otros escudos que no sean los del amor, la fe y la esperanza

Jesús, como Rey, nos interesa más que nunca en el momento circunstancial que nos encontramos. ¡Cuántas ideologías empeñadas en diseñar una realidad a su antojo! ¡Cuántos afanándose en ser dueños y señores desde y con el poder!

2.- ¡Cuántos, aquí y allá, siguen ejerciendo de patrones absolutos! Hoy, y sin tapujos, hemos de pedir más que nunca a Jesús: ¡Ven y reina en los corazones de los hombres! Entre otras cosas porque, si no reina Cristo, otros ocuparán su lugar y no precisamente para bien. Me da la sensación que, el mundo, está empeñado en abandonar “al gran Rey” por simples soldados de plomo.

Esta fiesta, para nosotros los cristianos, tiene unas consecuencias muy prácticas.

a) Si queremos servir a Jesús hemos de huir de aquella imagen del “rey” que rige desde el trono de oro. Nos lo ha recordado en miles de palabras y en decenas de signos: el servicio es su gloria y su locura.

b) Si pretendemos ser sus vasallos, no olvidaremos que –las bienaventuranzas- serán el mejor distintivo de todos aquellos que militamos en su ejército.

c) Si contemplamos a Jesús como Rey, no es sólo para admirar su belleza divina, también –esa mirada- nos exige militancia activa; vivir con auténtica pasión todo aquello que nos ha dejado de palabra y de obra. Recluir, como algunos pretenden, “el reino de Dios” al ámbito privado, sería traicionar a Jesús y ser muy poco leales con su causa. ¿Que el Reino de Dios no es de este mundo? ¿No será esto excusa para que, otros, jueguen con el mundo como si fuera una marioneta?

3.- A punto de iniciar el Adviento gritemos a los cuatro vientos que, nuestra sociedad, nuestra familia, nuestra vida cristiana, necesita de un tiempo de paz, de alegría, de generosidad y de realismo. ¡Qué mejor que los parámetros que nos marca Jesús para dar con este tiempo! ¡Quién mejor, sino el Señor, para que nos indique los caminos que conducen a la justicia, a el amor o a la paz!

¿Estás dispuesto a aceptar a Jesús como Rey? Empieza a desprenderte de aquello que te impide ser miembro de su ejército: la cobardía, la falta de criterio, la ambición o la comodidad

¿Estás dispuesto a honrar a Jesús como Rey? Sirve como El sirvió; ama como el amó; entrégate como El se entregó; perdona como El perdonó….no es poesía. Es el poder bien entendido: nuestro poderío es servicio.

¿Estás dispuesto a festejar a Jesús como Rey? Intenta descubrirlo en aquellos prójimos que, tal vez a tu lado, son castigados por la indiferencia, la soledad o el abandono. En estos tiempos de crisis más que nunca.

¿Estás dispuesto a proclamar la realeza de Cristo? Hazlo, sin temor ni temblor, con tu testimonio y sin desertar de aquellos lugares de decisión donde se cuecen los destinos del mundo, de la familia, de la educación, de la Iglesia.

4.- Que la fiesta de Cristo Rey nos ayude a tomar bando por El. Es decir; no podemos actuar, trabajar, decidir o vivir como si el Señor no estuviera presente o no fuera pieza clave de nuestra historia. Mientras algunos, proclaman con abundancia de medios y con soflamas partidistas, que “el laicismo es progresismo”, nosotros, con respeto pero con convencimiento, seguiremos presentando a Jesús como fundamento y garantía del futuro que tenemos por delante.

5.- TE SIGO, MI REY

Porque me hablas desde el amor y con amor

cuando más te necesito.

Porque, ante la mentira que me confunde,

te muestras con la claridad de la verdad

con la justicia tendida de tu mano

con el cetro de tu autoridad.

TE QUIERO, MI REY

Sin violencia, y con paciencia,

esperas mi retorno después de la traición.

Porque, en el palacio donde habitas,

no existe más castigo que el temor de no verte

ni más vacío que mi pereza por no encontrarte.

TE SIGO, MI REY

Nadie sabe gobernar como Tú, Jesús;

tu nacimiento, fue felicidad para el mundo

tus palabras, fueron bálsamo para el pobre

porque tus gestos, hicieron que muchos –por fin-

no se sintieran definitivamente abandonados.

TE QUIERO, MI REY

Porque amaste hasta extenuarte en una cruz

y, como Rey que sirve,

desde ese trono de madera

perdonaste con palabras de misericordia

TE SIGO, MI REY

Porque, como gran Rey, venciste al gran enemigo,

al gran adversario del hombre:

a la muerte, a tu muerte, a nuestra muerte

TE QUIERO, MI REY

Porque, ante tanto desaliento y dudas,

nos animas a formar parte de tu pueblo.

¿Me aceptas, Señor?

Soy mediocre, pero daré la cara por Ti

Tengo pocas fuerzas, pero todas serán tuyas

No estoy acostumbrado a luchar con las armas

que Tú me propones; el amor, el perdón, la mansedumbre,

la humildad, la pobreza de espíritu….

pero sé, mi Rey, que contigo al frente

podré llegar a ser un buen defensor de tu Reino.

Amén.