XXX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mateo 22, 34-40:
Sin fronteras

Autor: Padre Jesús E. Osorno Gil. mxy

 

 

Una consecuencia evidente de la globalización es la migración. Masas ingentes de población se movilizan hoy día en búsqueda de mejoras salariales, de trabajo, de subsistencia. En otro frente se ubica el turismo que también obedece a necesidades de recreación, investigación, intercambio cultural y genera fuentes de ingreso en países ricos y pobres.

Sólo mentes oscuras, corazones retraídos y sistemas caducos se oponen a esta corriente humana, construyendo muros infranqueables que impiden el acceso normal y el tráfico del recurso humano en toda la geografía universal. Es otra manera de excluir, rechazar e imponer una mentalidad monocultural, clasista y omnipotente.

Las lecturas de hoy rompen con estos criterios e invitan a abrir el horizonte de nuestro corazón y abolir fronteras que nos aíslan e impiden toda comunicación y posibilidad de encuentro. El buen trato al forastero, el respeto a la viuda y al huérfano establecen los hitos de una nueva convivencia e invitan a la mesa universal de la nueva humanidad.

El evangelio nos propone el principio singular de nuestra fe: El amor al prójimo. Interrogado por el experto en la ley, sobre el mandamiento principal, Jesús nos remite al Antiguo Testamento, ‘amarás al Señor tu Dios’ y añade, y a tu prójimo como a Ti mismo. Son semejantes estos dos mandamientos, iguales. Más aún, el amor al prójimo nos dice si es verdadero nuestro amor a Dios.

Cochabamba 26.10.08