V Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Marcos 1,29-39:
Compasión

Autor: Padre Jesús E. Osorno Gil. mxy

 

 

El pueblo lo siente, lo dice, lo vive: A los poderosos no les afecta para nada, mejor, no les importa nada el dolor de humanidad que padecemos como tortura indefinida. Terminar con el hambre, el analfabetismo, la guerra, la violación de los derechos humanos son asuntos que dependen  de una simple decisión de unos pocos sin que esto afecte sus intereses.

“Todo es según el dolor con que se mire”, decía el poeta. Pero es que no tienen ojos, no tienen sensibilidad, no tienen corazón. Sólo cuentas bancarias y negociados y peculados. Entonces, no se escuchan los gritos de dolor, el clamor creciente e incontenible, no hay eco para esta desazón huracanada que invade el universo mundo. La misma Tierra grita sin ser escuchada.

Job derrama su dolor como un hilo que amenaza romper con su existencia. Pero lo amarra a la esperanza con una palabra que es celebración: “Recuerda” y esa memoria lo hace comensal de la resurrección. Pablo entrega su vida sin atenuantes como servicio a la difusión del evangelio en decisión tan generosa que ya nada lo podrá separar del amor de Cristo.

Y Jesús se hace miembro del dolor humano. No es sólo un gesto, una dádiva pasajera. Es actitud, compromiso, cercanía, compasión. Asume el dolor como un propio suyo para elevarlo, transformarlo, liberarlo. Entra en casa, da la mano y levanta. Pone a caminar y a servir. No es asistencialismo. Es plenificación. Juan Pablo II lo repetía: “Nos urge la globalización de la solidaridad”.

Cochabamba 08.02.09