IV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
San Lucas 4, 21-30:
Pueblo profético

Autor: Padre Jesús E. Osorno Gil. mxy    

 

El profeta Jeremías nos anticipa con lujo de detalles, la imagen de Jesús, profeta de Nazaret. Son brochazos de una misma identidad fraguada en dolor, pasión y opción por el pueblo. Se van conjugando el anuncio y la realización, el rechazo y el amor, la condena y la exaltación, la muerte hasta la vida misma.

Tanto el texto de Jeremías como el de Lucas nos describen el drama del Profeta: Perseguidos, ignorados, calumniados. Han sido consagrados desde antes de nacer a una vocación nada fácil: Hacer una lectura del presente en profundidad, visión del futuro como posibilidad y sintonía con todas las voces que acunan la esperanza.

El profeta descalifica con su propia vida todo lo que sea repetición de lo que es siempre igual y anuda en su garganta un grito de novedad. Se rebela contra la deshumanización de todo contexto social, cultural. Proclama a voz en grito el derecho a disentir y se constituye en libertad, como instancia crítica de una sociedad estándar, robotizada, paralizada.

La más auténtica vocación de la Iglesia es el profetismo: Pueblo profético. Su consagración como profeta es en Pentecostés. Pero el sello de identidad se nos da en el bautismo. Somos consagrados/as como Jeremías para anunciar y denunciar, para derribar y construir…Y como Jesús para liberar, sanar y perdonar. Pablo lo resume en una sola palabra: Amor.

Cochabamba 31.01.10