Autor: Padre Jesús Espéja, O.P
Con permiso de: palabranueva.net
Los seres humanos experimentamos deficiencias, tenemos
conflictos en nuestra intimidad, en nuestra familia, en la sociedad; incluso
hacemos cosas que no creemos justas, y dejamos de hacer otras que deberíamos
hacer. En nuestras relaciones con los otros hay a veces sentimientos de rechazo,
odio, venganza. Nuestra conciencia nos dice que eso está mal y en el fondo
ansiamos el perdón y la paz.
Cuando Jesús fue condenado a muerte, los discípulos que lo habían acompañado por
tierras de Palestina, huyeron y se cerraron en casa por miedo; incluso llegaron
a renegar del Maestro como fue el caso de Pedro. Se daban cuenta que habían sido
cobardes y no habían respondido a la amistad y ejemplo de Jesús. Pero
inesperadamente, el Resucitado entra en la vida de los discípulos muertos de
miedo y “con las puertas bien cerradas”. Y en vez de recriminar su cobardía, su
traición, les infunde alegría, paz y perdón incitándoles a que confíen.
Todos los cristianos participamos la misma fe de los discípulos. El Resucitado
también se aparece hoy a cada uno de nosotros, en nuestra intimidad y cuando
estamos celebrando la eucaristía del domingo, inspirándonos alegría, paz,
sensación de perdón; y dándonos ánimo para perdonar y dar paz a los otros.