IV Domingo de Pascua, Ciclo B.
San Juan 10, 1-10:
Escuchar la voz del resucitado

Autor: Padre Jesús Espéja, O.P

Con permiso de: palabranueva.net 

 

 

La vida humana es un movimiento; continuamente cambiamos biológica y psicológicamente; cada momento el organismo se renueva y se adapta. En ese dinamismo de cambio avanza también la fe; nos vamos haciendo creyentes cada día y cada instante. Pero ¿cómo mantener la fe o confianza en esa historia cambiante?

La resurrección de Jesús fue un acontecimiento que tuvo lugar hace dos mil años; pero los primeros cristianos vivían ese acontecimiento como teniendo lugar en ellos. Y así san Pablo dice: “vivo, mas no yo, sino Cristo que vive en mí”. Esta presencia viva del Resucitado en la intimidad de cada uno es lo que llamamos fe cristiana, vivida intensamente en la primera generación cristiana.

Según el evangelio, el proyecto de Dios es que todos los seres humanos formen una sola familia. Para ello se trae la imagen muy elocuente en el mundo rural donde vivió Jesús, del pastor y las ovejas; el pastor va delante marcando el camino y las ovejas, escuchando su voz, le siguen. “Escuchar” es más que oír; dejar que la llamada, que todos los seres de algún modo sentimos en lo más profundo y sano del corazón, transforme nuestra intimidad, inspire nuestros programas y anime nuestra conducta. Jesús de Nazaret tejió toda su existencia desde Dios-amor (Padre, Abba), Centro absoluto que mira con amor a todos los seres humanos y trabaja para que todos lleguen a la vida en plenitud. La presencia del Resucitado nos invita y nos impulsa para que “re-creemos” su conducta histórica en nuestra propia historia. Eso significa vivir la experiencia pascual.