VII Domingo de Pascua, Ciclo B.
San Lucas 16, 15-20:
Enviados para ser testigos

Autor: Padre Jesús Espéja, O.P

Con permiso de: palabranueva.net 

 

 

En la intimidad de nosotros mismos puja siempre un anhelo de “ser más”, crecer, ascender. Y espontáneamente ponemos en contraste el lugar donde estamos ahora y el lugar donde queremos llegar. Así lo expresamos con los símbolos tierra y cielo. Llegamos al extremo de identificar la tierra con “un valle de lágrimas” mientras soñamos con ese cielo, encuentro de felicidad sin sombras.

En ese marco la resurrección de Jesús es presentada como Ascensión a los cielos: Jesús de Nazaret, condenado y crucificado, ha entrado ya en el cielo, en la vida, la felicidad y la gloria. Los discípulos, que habían caminado con Jesús, y a quienes el Resucitado les salió al encuentro, entendieron lo que les encargaba el Maestro: “vayan al mundo entero y proclamen el evangelio”. Así lo hicieron hasta entregar la vida por ese anuncio.

Hoy el Resucitado habla también a cada uno de nosotros y a la Iglesia en Cuba: “no pierdan el tiempo mirando al cielo”; sean testigos del evangelio en todos los sitios. El cristiano, que de verdad gusta la bondad de Dios a favor de todos, que ha experimentado el perdón y la paz, no puede menos de comunicar esa buena noticia de vida, de perdón y de paz a quienes caminan en la existencia atemorizados por el miedo a la desgracia, la enfermedad, la muerte y el castigo de los dioses. La resurrección o ascensión del Señor garantiza que nuestro futuro ya está habitado por la gracia. Vivir como resucitados es transmitir optimismo y esperanza con nuestra forma de vivir y de actuar.