II Domingo de Pascua, Ciclo A

Mateo 2, 13-15. 19-23: Obedecer a Dios

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

“En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios... Era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por Él, y el mundo no le conoció” (Jn 1, 1-10)

En el primer domingo del año la Iglesia desea que volvamos nuestros ojos hacia Aquél que es principio y fin de nuestra vida: Dios; y en concreto contemplemos a Dios entre nosotros, a la Segunda Persona de la Trinidad que es Jesucristo. Él está ahora con el Padre en la eternidad, pero continúa en el mundo, junto a nosotros. Los hombres guardamos los sucesos en fotografías o en películas; son hechos que ya no volverán a ser, porque ese tiempo ya no existe, y sólo los podemos hacer presentes con la memoria. Pero no sucede así con los hechos de Jesús, porque se archivan en la eternidad de Dios, en un eterno presente. Jesús se hizo niño, y siempre será Niño, y así le podemos tratar. Jesús se hizo trabajador y también así le podemos tratar; se entregó en la Cruz, y le podemos tratar en la Cruz.

 

Cristo no es un personaje que vivió en la historia y que pasó. Al ser a la vez Dios, sigue entre nosotros de una manera misteriosa, a través de su Iglesia y de su liturgia, especialmente en la Eucaristía y en nuestra alma en gracia. Está en el mundo, con nosotros está y a veces no le conocemos; no nos damos cuenta y le vemos como un personaje histórico que dista de nosotros veinte siglos. Y él vino para que le conociéramos, para que le habláramos, para ser nuestro guía, nuestro descanso y nuestro consuelo; para ser la verdad de nuestra vida, el camino y la vida de nuestra vida.

 

Jesús, yo te quiero conocer. Quiero conocer tu vida, tus gestos, tus sentimientos, tu amor por mí y por todos. Quiero mirarte en estos días como Niño recién nacido, estar contigo y hablarte, porque sé que sin Ti la vida no tiene sentido, y contigo –que eres la luz verdadera– todo adquiere su verdadera importancia.

Ayúdame para que aprenda a ver los sucesos y las personas con tus ojos, con sentido de eternidad, con esa serenidad con la que veías las cosas cuando estabas en la tierra, con la serenidad que Tú tienes ahora.