III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 4, 12-23: La vocación

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

““Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando la red en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: Seguidme, y os haré pescadores de hombres” (Mt 4, 18-19)

Jesús llamaba a sus apóstoles por sus nombres, a cada uno por el suyo. Porque cada uno era una persona eternamente pensada por Dios, y para cada uno tenía prevista una misión. Descubrir la propia vocación divina no es otra cosa que adivinar qué quiere Dios para mí, es decir para qué he nacido.

Pasaron los años y Pedro se convertirá en san Pedro. Jesús le sacará de sus barcas, de sus redes, de su pueblo y de sus cortas ilusiones para embarcarle en una aventura divina. Pedro no había imaginado nunca que acabaría en Roma predicando, que sería mártir y que construirían una gran basílica que llevaría su nombre. Por sus propias fuerzas no habría podido ser la roca donde se asentaría la Iglesia; pero Jesús –que sabía lo que Pedro podría llegar a ser– lo escogió, y él, obedeciendo, llegó a ser lo que fue. Y algo semejante sucedió con los demás apóstoles fieles.

También nosotros somos fruto de un querer de Dios, por eso estamos en el mundo. Y nos ha llamado el Señor para que formemos parte de la Iglesia, unos como sacerdotes, otros como religiosos, otros como fieles laicos; pero todos con ese sentido vocacional y de misión de nuestras vidas. Toda vida es respuesta, y toda la vida es respuesta. Él sabe todo lo que podemos dar; a nosotros lo que nos toca es dejarnos llevar por Él, hacer lo que esté en nuestras manos, ser fieles a nuestra vocación. Es apasionante descubrir este sentido vocacional de la propia existencia y vivir cada día en una aventura divina.

Gracias Señor porque me has llamado, porque entiendo lo que significa mi vida, y porque quieres contar conmigo para pescar a las personas es decir, para que les ayude a descubrir su vocación y colabore contigo en su santificación. Gracias por la confianza que tienes conmigo. Pídeme, Señor, lo que quieras, y dame tu ayuda para cumplirlo.