XI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 9, 36-10, 8: Darse gratis

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

“Id y predicad diciendo que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Gratis lo recibisteis, dadlo gratis” (Mt 10, 7-8)


Jesús fue por delante, y por eso podía exigir a sus discípulos aquello que él practicaba. Su vida fue una entrega sin regateos y sin sacar provecho personal. Jesús se dejó la vida, incluso se entregó a la muerte sólo por nuestro bien. No tiene sentido guardar el dinero para mirarlo y no usarlo nunca, porque el dinero es un medio, no un fin. No tiene sentido reservarse el propio tiempo, las fuerzas o cosas para un hipotético mañana para gastarlos cuando llegue ese día.


El egoísmo se agota en sí mismo; la vida no tiene sentido sin entrega, sin el don de sí mismo. La entrega es compartir, es apertura, y así la persona se enriquece. Si todo lo que tenemos lo hemos recibido, ¿para que se nos dio? Nuestra vida es la gran oportunidad de poder hacer algo, justamente hacer algo con ella, no es para guardarla.


Es propio de la juventud el darse sin pedir nada a cambio, la solidaridad, la ayuda, hacer todo lo que se pueda. El corazón joven no calcula, no tiene resabios de experiencias negativas, como si estuviera de vuelta, como si no valiera la pena comprometerse, como si lo importante fuera no gastarse. La juventud de espíritu no depende de la edad, sino de las arrugas que se tienen en el corazón; es joven quien tiene el corazón limpio, desprendido de las cosas, generoso.


Los santos y las santas han sido y serán siempre jóvenes, porque gastan su vida en lo que realmente vale la pena, que es el servicio de Dios y el servicio a los demás. Han entendido que el mandato del Señor de hacer todo el bien que se pueda, hoy, sin esperar gratificación, es lo que llena el corazón y lo que le hace estar siempre joven.


Dame, Señor, un corazón de carne capaz de amar, de entregarme sin esperar nada; quítame el corazón de piedra, insensible a tus sugerencias y a las necesidades de mis hermanos. Jesús, que nunca fuiste insensible al dolor ajeno, dame un corazón semejante al Tuyo, para que ya no viva sino para Ti y los demás.