XVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 13, 24-43: Tolerancia

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

“Los criados le preguntaron: ¿Quieres que vayamos a arrancarla? Pero él respondió: No, pues al arrancar la cizaña podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega” (Mt 13, 28-30)


La palabra tolerancia indica por sí misma que estamos ante un mal. El bien no se tolera, se defiende, se abraza, se promociona. Toleramos el ruido que hace un niño o los apretujones en el autobús o las excentricidades de alguien. Si lo soportamos es porque evitarlo o suprimirlo nos causaría mayor mal que bien.


Pero tolerancia no significa aprobar. Dios tolera el mal en el mundo y no hace llover fuego y azufre sobre el que se porta mal; por eso no es un motivo para no pecar el temor al castigo divino en esta vida. Dios no es vengativo ni castiga en ese sentido. Dios espera, cuenta con el tiempo para que, quien hace el mal, se arrepienta. Aunque cuando llega la hora de la siega, que es la muerte, cada uno es responsable de sus actos y recibirá el premio merecido. La vida no se puede vivir como un juego, como que se pudiera pecar pensando que Dios no se entera, o que al pecar no pasa nada. Entre otras cosas porque no sabemos cuando vamos a morir.


También la Iglesia tolera el mal, incluso dentro de sus fieles, pero no deja de hablar al corazón de las personas para que se conviertan. Más que tomar medidas coercitivas para arrancar el mal de las personas, hay que dar luz, convencer, de modo semejante a como actúan los productos que se echan en las plantas para que reaccionen. Porque tolerar el mal no es aprobarlo, es necesario hacérselo ver a quien lo comete y así uno mismo no acostumbra. ¡Podemos hacer tanto bien! Pero el camino no es echar en cara los errores como consecuencia del enojo, ni la crítica que no ayuda. La prudencia lleva a decir las cosas en el lugar y momento oportuno, y siempre con caridad.


Que no me acostumbre a ver el pecado, como si fuera una simple incorrección, como si fuera algo normal; que lo valore como Tú lo valoras y me duela por Ti y por esas personas. Pero que no sea mi amor propio herido el que me lleve a corregir de modo destemplado. Te pido perdón por los pecados que veo en los demás y en mí; dame fortaleza y paciencia para corregirlos.