XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 21, 33-43: Dar fruto

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

“Un propietario plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían” (Mt 21, 33-34)


La existencia de cada persona es un regalo de Dios. Y también cada uno de nuestros sentidos (la vista, el gusto, etc.), así como el tiempo que estamos en esta tierra. Además, Dios nos envió a su Hijo para demostrarnos cuánto que nos ama, y se ha quedado en la Eucaristía; nos enseñó a rezar y nos dio a su Madre por Madre nuestra; nos da su gracia en los sacramentos, y nos la vuelve a dar si la perdemos por el pecado y acudimos al sacramento del perdón. Dios nos ha dado muchas cosas, todo lo bueno que tenemos es don.


Por eso, ¡qué necedad la del que piensa que él mismo es pura libertad y que puede vivir su vida para él mismo!, porque nosotros somos una inversión de Dios. Y Dios, que es el Señor de nuestra vida tiene derecho a exigir a cada uno los frutos que Él espera porque ha invertido mucho en nosotros.


El hombre tiene libertad –ese gran don divino– pero no es la libertad absoluta. Nuestra libertad tiene siempre una referencia: hacer el bien, hacer lo que Dios espera. Por eso la libertad humana lleva siempre como reverso la responsabilidad. Nadie nos preguntó cuando nos pusieron en la existencia si queríamos ser mariposa, pájaro o persona humana, pero una vez que somos así, no tenemos más remedio que comportarnos como personas, es decir, que vivimos en este trozo de tierra un espacio de tiempo para realizar unos encargos. Nos guste o no, hemos de obedecer a Dios, porque así son las cosas, es lo que debemos de hacer, y es lo que nos viene bien.


Señor, sé que nadie me quiere mejor que Tú, y que si me pides algo es por mi bien, porque mi vida valdrá al final precisamente según las obras que Tú esperabas. ¿Cómo me ves ahora, Señor? ¿Estás contento de mí? ¿Estoy haciendo lo que tú deseas? Aquí tienes mis obras, perdóname por mis omisiones y ayúdame con tu gracia para servirte hoy mejor.