III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Marcos 1, 14-20: Seguidme

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

Al pasar junto al lago de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, pues eran pescadores. Jesús les dijo: «Seguidme y os haré pescadores de hombres». Ellos, al instante, dejando las redes, le siguieron” (Mc 1, 16-18)

Aquellos pescadores tenían sus ilusiones y afanes –como tenemos todos–. Hasta que Jesús –que había venido del cielo– les abrió un panorama nuevo de vida sobrenatural, de vida eterna, y de ayuda y orientación en el verdadero bien. Ante aquel mensaje, sus ilusiones humanas eran como el polvo del camino comparado con el oro. Por muy nobles que parezcan, las ilusiones de este mundo son muy pobres y se terminan.

Jesús planteaba una vida nueva, apasionante, que trascendía lo humano. No basta con adquirir unas determinadas virtudes naturales, o con guardar ciertas prácticas de piedad. Seguir a Cristo supone deshacerse de todo lo que estorba para unirse a Él y dejar que sea Él quien conduzca nuestros pasos.

«Iba yo pidiendo de puerta en puerta por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció a lo lejos, como un sueño magnífico. Y yo me preguntaba, maravillado, quién sería aquel Rey de reyes. Mis esperanzas volaron hasta el cielo, y pensé que mis días malos se habían acabado. Y me quedé aguardando limosnas espontaneas, tesoros derramados por el polvo.

La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. Y de pronto tú me tendiste tu diestra, diciéndome: “¿Puedes darme alguna cosa?” ¡Ah, qué ocurrencia la de tu realeza! ¡Pedirle a un mendigo! Yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Luego saqué despacio de mi saco un granito de trigo, y te lo di. Pero qué sorpresa la mía cuando al vaciar por la tarde mi saco en el suelo encontré un granito de oro en la miseria del montón. ¡Qué amargamente lloré de no haber tenido corazón para dárteme todo!» (Tagore).

Jesús, que pasas cada día a mi lado pidiéndome. Quiero ofrecerte mi trabajo de cada día, mis ilusiones y mis contrariedades, mis alegrías y mis penas. Estoy dispuesto a seguirte del modo que Tú quieras.

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