Domingo de Resurrección, Ciclo B

Marcos 16, 5-6: No temáis

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

“Entraron (las mujeres) en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo: No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado” (Mc 16, 5-6)

En la Biblia aparecen con frecuencia los ángeles, que comunican mensajes de Dios. Unos ángeles hablaron con Abrahán, el ángel Rafael acompañó a Tobías en su viaje, etc. Gabriel habló con Zacarías, con María y con José. Los ángeles sirvieron a Jesús después de estar cuarenta días en el desierto, y uno le consoló en Getsemaní. Jesús habló de los ángeles de la guarda que tienen los niños. Un ángel habló a Felipe (Hch 8,26), otro a Cornelio (Hch 10,3), otro liberó a Pedro cuando estaba en la cárcel, y al llegar Pedro a donde estaban los discípulos y llamó a la puerta pensaron que sería su ángel (Hch 12,15). En el Apocalipsis aparecen muchas veces.

Entre los primeros cristianos era normal contar con los ángeles. Y así debía ser al principio, antes del pecado: que Adán y Eva hablarían naturalmente con ellos. Porque los hombres tenemos más connaturalidad con ellos –espíritus puros– que con los animales, pues somos espíritus encarnados, y no animales más perfectos.

Las mujeres que fueron al sepulcro se asustaron al ver y al oír al ángel. María, en cambio, cuando habló con Gabriel, no. No debemos asustarnos ante lo sobrenatural, ante la voz del cielo. Sólo se asustan quienes no creen en el verdadero Dios, sino en cosas misteriosas, que realmente dan miedo. A diferencia de lo exotérico, la voz de Dios es siempre a la luz del día, como en la mañana de resurrección. Por tanto, lejos de nosotros el miedo, ese miedo del que habla el Génesis que tuvo Adán cuando se alejó de Dios. El miedo que sintió Jesús en Getsemaní, al cargar con los pecados. Y es que el miedo y el pecado andan juntos. Si caminamos a la luz de Dios, nada hemos de temer.

Quiero acordarme ahora de mi ángel de la guarda, que Dios me ha puesto como una buena sombra que no me abandona, que me protege, que me sugiere buenas ideas. Quiero contar más con él, con ellos, en esta lucha interior que es contra otros ángeles, los ángeles caídos.

 

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