XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Marcos 6,2-4: Los obstáculos

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

“Muchos de los que le oían, decían admirados: «De dónde le viene esto?, y qué sabiduría es esa que le ha sido dada y los milagros que se realizan por sus manos? ¿No es éste el hijo del carpintero?...» y desconfiaban de él” (Mc 6,2-4)

 

El Señor encontró al comienzo de su ministerio público una gran resistencia en la aceptación de su mensaje. Algunos se admiraban, pero los prejuicios pudieron más que la evidencia. También hoy algunos miran con desconfianza a Jesucristo, a su Iglesia y sus enseñanzas. Esta reserva inicial, que puede ser una dura prueba para nuestra fe, no debe ni retraernos de seguir difundiéndola entre nuestros conocidos, ni acomodarla para hacerla más atractiva a una mentalidad permisiva.

La verdad tiene un enorme poder de convocatoria. Ella se abre paso por sí sola en la cabeza y el corazón de quienes la buscan sinceramente. Hemos de tomar ejemplo de Jesús quien, en aquella entrevista con Pilato donde parecía derrotado frente al poderoso escéptico, confesó: Yo para esto he nacido y para esto vine al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz (Jn 18,37).

La indiferencia religiosa lleva a muchos a vivir hoy como si Dios no existiera o a conformarse con una religión vaga, incapaz de enfrentarse con el problema de la verdad y con el deber de la coherencia. Es muy cómoda esa postura, es muy cómodo exigir a los cristianos que les demuestren la verdad, que carguen con la prueba, porque siempre uno se puede escapar aludiendo a casos históricos complejos, a personas que no han vivido su fe, o invocando que lo que pide la Iglesia en el terreno moral es contrario a lo que dice cierta psicología o a lo que hace mucha gente.

No nos dejemos impresionar por los obstáculos. Habrá dificultades, incomprensiones y hasta rechazos violentos, pero el éxito final está asegurado. En el mundo tendréis tribulación; pero confiad: yo he vencido al mundo (Jn 16,33).

 

Señor, auméntanos la fe, la esperanza y la caridad, fortalécenos en las adversidades, para no dejarnos llevar por el desaliento.


 

 

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