XV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Marcos 6, 8-9: Necesidad de la pobreza

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

“Les ordenó que no llevasen nada para el camino, aparte de un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja, sino que fueran calzados con sandalias y no llevaran dos túnicas” (Mc 6, 8-9)

 

San Pablo nos dice a todos que Dios nos ha concedido ser hijos de Dios y ha derrochado en nosotros el tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad (Ef 1,5-9). Dios da a sus fieles grandes bienes y lo hace con generosidad. Pero leemos hoy en el evangelio que se nos pide a cambio una disposición de desprendimiento de los bienes materiales. Para alcanzar aquellas riquezas hay que despojarse de éstas.

Hay tres temas –pobreza, castidad y obediencia– en los que es fácil que se meta el yo, el criterio propio, egoísta. Es preciso ser objetivos, dejarnos orientar para ver las cosas como en tercera persona, porque mientras no se vivan, se está incapacitado para entender los bienes espirituales.

En la tierra necesitamos bienes y recursos, pero son medios: tener dinero sirve para no tener que estar preocupados por él, poder dedicarnos a lo que debemos hacer y poder ayudar a los demás. No es malo poseer bienes, lo malo es tener el corazón poseído por ellos. Todos hemos de estar desprendidos de las cosas que tenemos y usamos, todos hemos de vivir la virtud de la pobreza, sentirla en nuestra vida. A veces pasando necesidad voluntariamente, privándonos de algo, sobre todo de aquello que nos hace mucha ilusión. Al fin y al cabo, desnudos vinimos al mundo y sin nada nos iremos.

Quizá no se trate del cuanto, sino del qué. Lo mismo da una maroma que un hilo fino lo que tiene atado al pajarillo y le impide volar. Es necesario que de vez en cuando hagamos examen, que miremos entre nuestras cosas. No se sabe la profundidad de un charco hasta que se mete el pie. Quizá valga la pena hoy hacer un poco de examen.

 

Señor, que deseas que estemos pendientes de las cosas importantes (la oración, la evangelización, la familia), no en tener más o menos ni en crearnos necesidades; danos la pobreza de espíritu para orientar bien nuestro corazón y aspirar a los bienes eternos.



 

 

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