XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Marcos 7, 6-21: Corazón recto

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

       “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí... Llamó de nuevo a las gentes y les dijo: «Oídme todos y entended: Nada hay fuera del hombre que al entrar en él pueda hacerlo impuro... Del interior del corazón de los hombres proceden las malas intenciones»” (Mc 7, 6-21)

El corazón designa la persona entera porque designa el fondo. Cada uno decide el bien y el mal ahí, por eso cada uno es moralmente el resultado de sus acciones: cada uno vale lo que valen sus obras, y por tanto lo que vale su corazón. Gran tarea la de educar el corazón en el bien para que vea el bien como bien y el mal como mal y se decida de un modo natural a escoger el bien. Hay quien sabe amar y hay quien no sabe más que amarse a sí mismo.

Como dijo Yahvé a Samuel cuando fue a ungir a David: la mirada de Dios no es como la del hombre; el hombre se fija en las apariencias, pero el Señor ve el corazón (1 Sm 16,7). Dios conoce por qué cada uno piensa como piensa y decide como decide.

Esto es lo que nos ha de importar: tener un corazón capaz de distinguir y amar el bien, que lleve a actuar con la intención de hacer el bien que Dios ve; el juicio de los hombres no ha de importarnos. Rectitud de intención, por tanto, a la hora de actuar, y sobre todo a la hora de formar la conciencia, para conocer los verdaderos bienes. Podemos engañar a otros, podemos engañarnos a nosotros mismos, pero a Dios no le engañamos.

Danos un corazón de carne, sensible ante el bien y el mal, sensible a las mociones del Espíritu Santo; un corazón semejante al Tuyo que de modo natural y espontaneo sufra por el pecado y se compadezca con quien sufre, que se alegre por el bien de los demás.

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu, Señor, y renueva la faz de la tierra, para que los hombres seamos buenos y santos en tu presencia. Oh Dios, que has instruido los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, concédenos que sintamos rectamente con el mismo Espíritu y gocemos siempre de sus divinos consuelos.






 

 

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