XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Marcos 10, 6-9: Lo que une

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

       “Al principio de la creación Dios los hizo varón y mujer. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán dos en una sola carne... Por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre” (Mc 10, 6-9)

La enseñanza es diáfana y no admite excepción: una vez que existe matrimonio, ningún poder de este mundo lo puede romper. El matrimonio –también el que no es sacramento– es un asunto entre tres: un hombre, una mujer y Dios. Por eso tiene ese vínculo que crea una relación semejante a la paternofilial: el marido y la mujer lo son como el hijo siempre es hijo mientras viva su padre, pase lo que pase. Es absolutamente necesaria esa seguridad para las personas y la sociedad.

Siempre ha habido dificultades en las familias. Es preciso alentar una y otra vez el amor que le dio origen. La solución del divorcio –la mera posibilidad– destruye todo posible rescoldo de amor. La verdadera solución está en la abnegación y el olvido de sí mismo en favor de los demás. El amor, como el fuego, debe ser cuidado y alimentado cada día sacrificando ramas y hojas: detalles de servicio, delicadeza en el trato, saber callar cuando se debe, o hablar cuando el silencio puede resultar hiriente; sembrar buen humor; no querer tener siempre razón, pasar por alto los defectos ajenos, y mil detalles más.

El compromiso que se adquiere en el matrimonio significa esto, estar dispuesto a ayudar, a querer el bien del otro y de los hijos, en la salud y en la enfermedad, cuando no cuestan las cosas y cuando cuestan. Es algo que los esposo no deberían olvidar: no se casaron sólo por amor, por estar enamorados, sino para amar, para ser esposos.

Vale la pena ese esfuerzo por mantener la unidad y la paz familiar, sacrificando un derecho o dando la razón al otro, por ser felices. La felicidad está tejida por la fidelidad en esa multitud de detalles. Si hay amor –cariño, comprensión– se diluyen los problemas; es más, no se producen.

Hoy hago el propósito de evitar lo que desune, lo que rompe en mi familia. Pensaré qué nos puede unir más, en qué tengo que ceder yo –siempre que no sea algo contra Dios–, cómo puedo hacer más felices a los que me rodean. Pediré por ellos para que mi familia sea como Dios quiere que sea.






 

 

.