XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Marcos 10,21: Ven y sígueme

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

       “Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: «Una sola cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Después ven y sígueme»” (Mc 10,21)

En todas las religiones el fundador-profeta habla de una revelación que él ha tenido y dice que sigan esa doctrina, pero nunca dirá que le imiten a él, pues sería una veleidad. Jesús, en cambio, predicó algo totalmente distinto: se puso Él mismo como modelo y pidió que se le siguiera a Él. Se atrevió a mucho porque Él es quien revela la verdad a todos.

A cada apóstol le dice lo mismo que al joven rico: deja todo, y ven y sígueme. Sígueme a Mí. Cada uno le sigue a su manera, con sus peculiaridades personales, según el carisma que Dios quiere para él, porque ninguno, ni siquiera el conjunto de los hombres, agotamos la riqueza de Jesús, perfecto Hombre. Cada uno logra su personalidad cuando Cristo se refleja en sus palabras, en sus actitudes, en su mirada. No se trata solo de imitar su vida, sino de vivirla, de llevar la vida de Cristo en nosotros, ser el mismo Cristo que actúa.

«Ven, sígueme», son palabras del Hombre-Dios, llamada de Dios que habla con cada uno: ¿Quieres venir al cielo?, pues ven, sígueme. Palabras de Dios que pronuncia Jesús desde la eternidad. El camino es de entrega, de sacrificio, donde la persona madura. Pero ése no es el motivo; el motivo está en que Jesús se quedó mirando al joven y le amó. La cuestión está en valorar mucho el ser mirados por Dios y ser amados por Él, porque su llamada es de amor y para el amor, no para el fastidio.

Juan Pablo II comentaba en su Carta a los jóvenes de 1985: «Deseo a cada uno y cada una de vosotros que descubráis esa mirada de Cristo y que la experimentéis hasta el fondo. No sé en qué momento de la vida. Pienso que el momento llegará cuando más falta haga». No podemos dejar frustrada nuestra vocación, como hizo aquel joven.

Queremos tener esta experiencia muchas veces, Señor, y decirte, y volver a decirte que «Sí», que queremos dejarlo todo y seguirte, complicarnos la vida. Si no es Contigo, nuestra vida tendría muy poco valor.







 

 

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