XXX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Marcos 10, 46-47: Sentimentalismo

Autor: Padre Jesús Martínez García

 

 

       “Bartimeo, el ciego, estaba sentado junto al camino pidiendo limosna. Cuando se enteró de que pasaba Jesús el Nazareno, comenzó a gritar y a decir: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!»” (Mc 10, 46-47)

El pensamiento es una luz que hacer ver la verdad, y por ella se puede elegir y amar el bien. Es necesario que cada uno reflexione seriamente sobre el sentido de su vida, del paso de los días, de la gente que le rodea. Se podría decir que, entre la vida animal y la racional, está la vida sentimental; es la de aquellos que sustituyen el pensamiento por el sentimiento, y, en cierto sentido, están como ciegos.

Esas personas poseen una mentalidad que no es más que un reflejo de los fenómenos; incapaces de transformar un hecho en una idea, no pueden sintetizar sus experiencias en un juicio. Por eso su hablar es siempre superficial, sus puntos de vista no son más que reacciones emocionales ante circunstancias externas o respuestas a un estímulo; están a merced de la moda, de lo que se dice. Sus impresiones carecen de análisis y a sus reflexiones les falta comprobación; sus observaciones son una interrogación y sus vidas una réplica.

Cada uno ha de ir forjando su personalidad en la verdad, no según las apariencias. Desde luego los buenos sentimientos son muy importantes y nos ayudan a actuar, pero la superficialidad nada tiene que ver con el cristianismo. Jesús no era un sentimental, ni tampoco sus seguidores. La verdad de la Cruz pone en su sitio al hombre respecto a Dios y le hace ser realista en el mundo.

Es cierto que la doctrina y la vida de Jesús son apasionantes y que hemos de tener muy buenos sentimientos de alegría, de optimismo, de ilusión, porque no es la nuestra una doctrina descarnada, puramente intelectual; pero nada más lejos que un cristianismo dulzón, sentimental, que se viene abajo cuando el sentimiento se pasa.

¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! Señor, que vea. Que vea la verdad, y que te vea a Ti, tal como eres. Yo emplearé mi cabeza en formarme, estudiando, reflexionando, para ir pareciéndome a Ti y ver las cosas del mundo como Tú las ves.







 

 

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