II Domingo de Adviento, Ciclo C

San Lucas 3, 5-6: Convertirnos

Autor: Padre Jesús Martínez García  

 

      

“Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus sendas; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale.” (Lc 3, 5-6)

Dios desea derramar su misericordia, pero necesita un corazón allanado. Lo que más nos cuesta, sobre todo, es agachar la cabeza. Nos gusta ir por libre, hacer lo que nos parece o nos apetece. Queremos ser felices a nuestra manera, y para ello nos hacemos nuestras teorías. Tendemos a pensar que la verdad y la felicidad dependen de nosotros.

Resulta que Dios nos dice que Él tiene sus caminos, y en ocasiones no coinciden con los nuestros. Hoy nos dice el Bautista: corregid vuestros caminos según el diseño de Dios, allanad los montes según la medida suya. La salvación depende enteramente de Dios, pero depende también totalmente de nosotros; depende de nuestra humildad.

Quizá en ningún siglo la humanidad haya sufrido tanto como en el último, en el ámbito internacional y en el familiar. Ha sido el resultado lógico de una filosofía centrada en el hombre; no en el hombre como criatura de Dios, sino como un dios soberbio.

Sólo Dios puede salvar al hombre; y el hombre sólo verá la salvación de Dios si aprende a ser humilde. No hay otro camino. Por eso, después de una guerra nacional o de una guerra en la familia (incluso con muertos –el aborto–), se sufre. El sufrimiento en muchos casos es consecuencia de los senderos dislocados, que necesitan ser enderezados. El sufrimiento ayuda a ser humildes y a recapacitar: que no conviene ir por esos caminos.

Hemos de convencernos de que a veces nos equivocamos –ésa es la realidad–, y que nuestros caminos no van a ninguna parte. Necesitamos una conversión de la mente y del corazón –girar todo el ser para mirar a Dios– para que Él nos pueda orientar y mostrar su misericordia.

Háblanos, Señor. Muéstranos tus caminos. Nosotros los seguiremos libremente, porque nadie mejor que Tú sabes lo que nos conviene, lo que nos hace felices. Ayúdanos a aprender esta asignatura fundamental y difícil de la humildad.








 

 

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