Fiesta. Sagrada Familia de Jesús, María y José

San Lucas 2,41-52: ¿Por qué sufrir?

Autor: Padre Jesús Martínez García  

 

      

“A los tres días lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los doctores... Al verlo se maravillaron y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira cómo tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando»” (Lc 2, 46-48)

Ante el dolor inesperado y sin aparente sentido puede surgir la pregunta: ¿por qué Dios lo permite? Es la pregunta de María a su Hijo: ¿por qué nos has hecho esto, si estábamos angustiados? Parece lógico que quien hace el mal o ame el peligro corra con las consecuencias dolorosas, pero ante el sufrimiento de los inocentes la razón queda como paralizada: ¿Por qué Dios, pudiendo evitarlo no lo evita? Para empezar a entender hay que mirar a Jesús en la Pasión, porque si su Padre, que tanto le amaba, le llevó por el camino del dolor, sería porque ahí se encerraba un gran bien que a primera vista no se ve, y que tocará a cada uno descubrir.

La respuesta está en las primeras palabras de Jesús que nos trae el Evangelio: la obediencia, hacer la voluntad del Padre. Es la respuesta a la llamada de Dios que nos hace para reparar el desorden que el pecado ha dejado en el mundo y en uno mismo. Hay una estrecha y profunda solidaridad entre los hombres, tanto en el pecado como en la reparación. Dios llama a los hombres a unirse al sacrificio de Jesús y la suya ha de ser una respuesta de fe, porque hay que creer a Dios, creer que Él sabe más y cuenta con nosotros para sacar muchos bienes.

No busquemos razones humanas, porque las razones del dolor son razones de amor. El amor entiende y tiene sus razones. Y el que sufre por amor, ama más. El sufrimiento es un lugar privilegiado para entender la confianza que Dios deposita en los hombres, como colaboradores suyos en el bien, a los que asocia a la Redención. María ya no pregunta a Jesús, camino del Calvario: Hijo, ¿por qué me has hecho esto? Ella sabe, ya lo ha entendido por su obediencia en la fe.

Señor, ya desde ahora acepto todo lo que el Padre quiera enviarme, con sus penas y dolores. Cuenta conmigo, Señor. Y cuando llegue el dolor pensaré: ¿qué nos irás a dar cuando me pides tanto?