XXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.

Lucas 15, 1-32. ¿Es usted un pródigo?

Autor: Mons. Jesús Sanz Montes, ofm

 

 

            Ante la pregunta sobre la misericordia, Jesús describe una parábola, que simbólicamente representa a los dos tipos de personas que estarán en torno a su vida: los publicanos y pecadores por un lado, y los fariseos y letrados por otro. Pero el protagonismo no re­cae en los hijos ni en sus representados, sino en el padre y en su misericordia.

            Publicanos y pecadores (el hijo menor): Este hijo siempre ha­bía sido medidor de su destino: de­cidirá marcharse y re­gresar, haciendo para ambos momentos un discurso ante su padre. Sorprende la actitud del padre descrita con inten­sidad por una lista de verbos que de­sarman los discursos de su hijo, y que indican la ten­sión de su corazón entrañable: “cuando estaba lejos, su padre lo vio; y echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo” (Lc 15,20). Es el proceso-relato de la misericordia. Y el error de aquel hijo menor, que le condujo a la fuga hacia los espejismos de una falsa fe­licidad y de una esclavizante independencia, será transformado por el padre en gozo y encuentro, en alegría inesperada e inmerecida. La última palabra dicha por ese padre, que es la que queda sobre todas las penúltimas dichas por el hijo, es el triunfo de la misericordia y la gracia.

            Fariseos y letrados (el hijo mayor). Triste es la actitud de este otro hijo, apa­ren­temente cumplidor, sin escándalos... pero resentido y vacío. No pecó como su hermano, pero no fue por amor al padre, sino a sí mismo, a su imagen, a su fama. Cuando la fi­delidad no produce felicidad, es señal de que no se es fiel por amor sino por interés. El se había quedado con su padre, pero había puesto un precio a su gesto, que le impedía quedarse como hijo. Teniéndolo todo, se quejaba de la falta de un cabrito. Quien vive calcu­lando, no puede entender, ni siquiera ver, lo que se le ofrece gratui­tamente, en una cantidad y calidad infini­tamente mayor de cuanto se puede esperar.

            Acaso cada uno de nosotros seamos una variante de esta parábola, y tengamos parte de la actitud del hijo menor y parte de la del ma­yor. Lo im­por­tante es que en la andanza de nuestra vida podamos tener un en­cuentro con la mi­seri­cordia. Porque hay muchas maneras de vivir lejos del Padre Dios, y muchos mo­dos de des­preciar su amor estando junto a Él. La trama de esta parábola es la de nuestra posibilidad de ser perdona­dos. El sacramento de la Penitencia es siempre el abrazo de este Padre que viéndonos en to­das nuestras lejanías, se nos acerca, nos abraza, nos besa y nos invita a su fiesta.

 

+ Jesús Sanz Montes, ofm

Obispo de Huesca y de Jaca