XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 22,1-14: Vestirse de fiesta

Autor: Mons. Jesús Sanz Montes, ofm 

 

 

La parábola de este domingo podríamos verla como una narración infantil de "buenos y malos", como si Jesús provocase a aquellos saduceos y les amenazase con quitarles lo que se les dio y tan tor­pemente administraron, razón por la cual vendrían ahora otros que tratarían de gestio­nar lo que ellos fueron incapaces. Pero no es así de fatalista ni de maniquea la historia; porque también entre los judíos hubo quien entendió, y quien vivió fielmente la espera del Mesías, y que al llegar éste lo reconoció. E igualmente, también entre los cristianos ha habido gente que no ha entendido nada y ha puesto a la Iglesia en la misma situación de torpe decadencia, similar a la de los judíos que hicieron de Israel una casa de maldi­ción. Es justo reconocer todos los claroscuros de la historia.

Lo que manifiesta la voluntad del padre de la parábola no es que invita a nuevos comensales contra los ingratos que rechazaron su primea invitación, es decir, no se trata de sentar a cualquiera y de cualquier manera en el banquete como para incomodar a los anteriores. Porque lo que se pretende no es provocar a los prime­ros invitados, sino agradar y festejar al hijo en su boda. Por eso, porque el hijo es el crite­rio y la medida para sentar o no a nuevos invitados, hay que examinar nuestros trajes, es decir, nuestra vida. Porque podemos ir mal vestidos independientemente de que sea­mos de derecha o de izquierda, conservadores o progresistas, chapados a la antigua o sin chapa que valga. No es el "modelo" el que aquí es determinante, sino si con ese modo de "vestir", es decir, con ese modo de vivir, estamos a la altura de la fiesta del Hijo de Dios, de sus Bodas con la humanidad.

Y quien nos da la clave en esto es san Pablo: "revestíos, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, pa­ciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os ha perdonado, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo esto, revestíos del amor que s vínculo de la perfección... y sed agradecidos" (Col 3,12-15). Este es el traje de fiesta propio del cristiano. Los que andan ocupados en otras cuestiones secundarias y en otros telares, jamás entenderán esta vestimenta evangélica sin la cual no se puede uno sentar en la Boda del Hijo de Dios.


+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Obispo de Huesca y de Jaca
Domingo 28º Tiempo ordinario
12 octubre 2008