XXXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Juan 14, 1-6: Las otras moradas

Autor: Mons. Jesús Sanz Montes, ofm 

 

 

Es un Evangelio escogido para la conmemoración de los fieles difuntos. Lo dice el cantar sevillano: que de verdad se nos muere algo en el alma cuando un amigo se va. Y en esa suerte de tristeza se encontraban los amigos de Jesús, cuando veían llegar el momento de decir adiós a su Maestro. El Evangelio de este día nos permite asomarnos a ese pañuelo de silencio que nos relata la congoja de unos hombres que no asimilaban la despedida de quien cambió por entero sus vidas en aquellos tres años inolvidables de convivencia con Jesús. Arranca el texto diciéndoles el Señor: que no tiemble vuestro corazón. Y como si de un descubridor de tierras nuevas y eternas se tratase, le dirá a continuación: me voy a prepararos sitio. Así de entrañable resulta esta visión cristiana que tienen los adioses, porque ni siquiera ante la misma muerte nos decimos «adiós», sino sólo un fugaz «hasta la vista», seguros como estamos de que volveremos a encontrarnos con Jesús y los amigos que más hemos querido, en esa nueva casa de tantas estancias que el Maestro ha ido a prepararnos.

Y al siempre preguntón Tomás, tan dado a las seguridades requetecomprobadas, de querer saber adónde va Jesús y cómo y dónde está el camino, el Señor le contestará aquello que es toda una definición de sí mismo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. No es cualquier cosa esta que dijo Jesús en su respuesta a Tomás. Porque en ello nos va el comprender qué sea el cristianismo. Ante el bazar siempre con ofertas de temporada en el que se nos ofrecen un sinfín de caminos seductores, un montón de verdades de ocasión, un catálogo de vidas de diseño, resulta particularmente provocativo y al mismo tiempo liberador el que para los cristianos y para todos los demás, Jesucristo representa no un artículo de consumo más sino lo único que se corresponde con el camino del que todos somos peregrinos, con la verdad de la que somos buscadores y con la vida de la que somos mendigos.

La respuesta a Tomás y a todos nosotros, es únicamente Jesús. Quién más o quién menos, habrá comprobado que cuando frecuentamos otros senderos, coqueteamos con otras verdades o jugamos con la vida, no nos salen las cuentas, y una y otra vez nos hallamos al pairo de una felicidad para la que fuimos hechos y que nuestros atajos e inventos no logran colmar ni calmar. Porque sólo Jesús es el camino que verdaderamente nos permite vivir.


+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Obispo de Huesca y de Jaca
Domingo 31º Tiempo ordinario
2 de noviembre 2008