III Domingo de Adviento, Ciclo B

Jn 1,6-8.19-28: La verdadera alegría

Autor: Mons. Jesús Sanz Montes, ofm 

 

 

Hay un sobrenombre para este tercer domingo de Adviento: “gaudete”, el domingo del “alegraos”. Hace una semana recordábamos que el Adviento nos debe conducir a un cambio en nuestra vida cristiana, a un allanar los caminos abajando las altiveces, enderezando los entuertos, desmantelando las trampas, desarmando los conflictos... para que el Señor vuelva a entrar de lleno en nuestro quehacer cotidiano. Pero el Adviento no es un tiempo triste en el que ponemos la atención en nuestro esfuerzo, como si el Señor viniera “forzado” por nuestra generosidad o impresionado por nuestra conversión. Él nos pide preparación, esfuerzo, colaboración... pero su venida es gracia, es don.

Por eso, la liturgia de este domingo nos viene a recordar que la alegría cristiana se llama también esperanza, porque la esperanza cristiana genera alegría. Isaías, entreviendo el día de la llegada del Mesías exclamaba: “desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios” (Is 61,10). El profeta añadirá una hermosa comparación para comprender su dicha: “como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos” (Is 61,11). Este es el anuncio de verdadera alegría: nuestra tierra no es maldita, nuestros jardines no son marchitos, porque algo va a suceder que llenará de luz, verdad e inocencia... lo que la terca realidad tantas veces se empeña en oscurecer y acorralar.

Esa buena noticia era aquel que todos esperaban, y que el Bautista anunció como Luz. Vuelve a salir el tema del Adviento como preparación real para una venida real de Jesucristo a nuestras vidas. Porque sólo quien toma conciencia de sus oscuridades, puede de verdad esperar a alguien que le traiga la luz. La alegría de saber que un mundo nuevo empieza cada vez que hacemos hueco en nosotros y entre nosotros, al Reino de Dios que Jesús nos trajo. Esta es la buena noticia: vendar los corazones desgarrados, rehabilitar a los cautivos y libertar a los prisioneros (sean cuales sean los desgarrones, las cautividades y las prisiones). Dios viene. El año de gracia es proclamado. Se nos invita a brindar sin chinchines de burbujas efímeras, sino con la alegría honda y duradera, la que nace de la esperanza del don de una Persona que es nuestra Buena Noticia. 

+ Jesús Sanz Montes, ofm

Obispo de Huesca y de Jaca

14 diciembre 2008

Domingo 3º de Adviento