VII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Mc 2, 1-12: Los camilleros

Autor: Mons. Jesús Sanz Montes, ofm 

 

 

De la mano del evangelista Marcos vamos contemplando diversas escenas de curación por parte de Jesús en torno a Cafarnaún, según iba yendo y viniendo de aquí para allá. Hoy el Evangelio le sitúa nuevamente en esa casa que ocupaba con los discípulos temporalmente. Al enterarse los lugareños volvieron a agolparse llenando la casa y ni siquiera había sitio a la puerta. Podemos imaginarnos la situación. Lleno hasta la bandera sin querer perderse lo que el Maestro les podía contar al hablarles de Dios y al hablarles del hombre. Todos agolpados para poder oír su palabra embelesados como estaban de cuánto Él decía con autoridad y sabiduría.

Así estaba de quieta la escena cuando es interrumpida por cuatro que llegan con un paralítico en la camilla. Tanta gente había que es imposible llegar hasta el Maestro y no se les ocurre otra cosa más práctica y audaz que la de levantar algunas tejas y descolgar al enfermo desde el techo. Nos podemos imaginar cómo seguirían todos la audacia tan llena de fe de estos hombres. Hasta el mismo Jesús quedó impresionado y le curará en el acto: tus pecados son perdonados.

Es verdad que también había gente que estaba allí sin embeleso ante las palabras de Jesús, sino más bien con curiosidad capciosa, con desagrado incómodo por lo que estaba suponiendo en Cafarnaúm el paso del Maestro. Y al escuchar a Jesús curar al paralítico perdonándole los pecados, empezaron a maquinar todas sus dudas de escribas para desautorizar como blasfemia lo que a los demás les llenaba de asombro y gratitud. Pero no es lo más importante en esta conmovedora escena la actitud cicatera de estos escribas. El milagro lo hará Jesús, ciertamente; la enfermedad la tenía el paralítico, es verdad; pero hay un nexo que les une a los dos: aquellos cuatro hombres que llevaban la camilla, que se las ingeniaron para hacer que se encontrasen el Señor y el enfermo. También a mí me impresiona esa audacia tan creativa, tan confiada, tan capaz. Y por un misterioso designio, sin la intervención de estos cuatro hombres, Jesús no habría curado a un paralítico que no habría podido o sabido ir hasta el Señor.

Pienso en tantos otros hombres que sufren la parálisis en su fe, en su amor o en su esperanza, y que tampoco saben ni pueden ir a Jesús. De muchos modos se nos llama a ser camilleros que acompañan con audacia y creatividad las preguntas y dolencias de nuestros contemporáneos, para llevarles hasta Jesús. Este es el reto de la nueva evangelización.


+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Obispo de Huesca y de Jaca
22 febrero 2009
7º Domingo tiempo ordinario