IV Domingo de Pascua, Ciclo B

Jn 10,11-18: El Pastor bueno

Autor: Mons. Jesús Sanz Montes, ofm  

 

Aquel pueblo que durante tanto tiempo sabía de andanzas nómadas y peregrinas, tenía en su tradición creyente la afirmación de que Dios es “como un pastor”, y al igual que con otras metáforas (padre, madre, amigo, esposo), Israel fue haciendo una meditación religiosa sobre su relación con Dios desde la vivencia del pastor y las ovejas. Esa reflexión no era siempre amablemente bucólica. Ante esta situación de abandono del rebaño y de aprovechamiento de unos malos pastores, el Señor anunciará por medio de su profeta que enviará un verdadero pastor, que será Él mismo. Y vendrá descrito con unas actitudes marcadas por la ternura y la misericordia (Ez 34,11-16), que serán las que Jesús hace de sí mismo como Pastor (Jn 1,1-10).

En la polémica con los fariseos, Jesús no cesará de desenmascarar su pecado de traición al pueblo que se les había confiado: la hipocresía, la arrogancia, el oportunismo, la injusticia, el afán por el poder y la influencia... etc., son las permanentes aristas que Jesús no se cansará de señalar en esos interlocutores. Jesús, para presentarse como Buen Pastor, empleará la imagen de los verdaderos pastores que dibuja el salmo 22. Los pastores de Israel tenían pocas ovejas, las suficientes para sobrevivir sus familias. Las conocían por su nombre y, a su nivel, formaban parte del conjunto familiar. Por ello eran queridas, cuidadas, protegidas. Un pastor nunca abandonaba a sus ovejas, ni éstas eran extrañas para él. En tramos difíciles y oscuros, las ovejas se sentían serenadas cuando la voz del pastor y los pequeños golpes de su cayado sobre sus lomos, les permitían entrever que no estaban solas, sino acompañadas por su pastor, aunque la niebla o la noche no dejasen ver su figura.

Así es Dios: un pastor que nos conoce, nos conduce y ama hasta dar su vida. Conocer la voz de este Pastor es dar la vida por aquello que se escucha y por aquel que lo pronuncia. El es el Pastor de nuestra felicidad, el que nos conduce por los caminos de justicia en los que esa felicidad es posible. Hay otras voces de sirena, voces de pretendidos pastores que pastorean su propio provecho, su personal promoción, su mantenimiento en poderes que corrompen y amordazan. Seguir a Jesús, saberse ovejas de su redil, es vivir en paz y en luz, serenamente y sin temores extraños... aunque la vida sea dura, aunque amenacen nubarrones o nos envuelva la oscuridad (Sal 22).

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm

Obispo de Huesca y de Jaca 

3 mayo 2009

4º Domingo de Pascua