XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lucas 14, 1. 7-14. “Todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal

 

 

Comentario:


 “Todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido”


Jesús vivió un estilo de vida diferente. Quien quiera seguirlo, con sinceridad, está invitado a vivir de manera nueva y revolucionaria, en contradicción con el modo normal de comportarnos.

En el evangelio de este domingo Jesús propone dos actitudes propias de sus seguidores: la humildad y el amor desinteresado al prójimo, en especial al más necesitado.

“Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal”. A los que buscaban los primeros puestos, Jesús les propone elegir los últimos, no tanto como mera manera de educación, cuanto como actitud religiosa en la escala de puestos que Jesús establece en la comunidad cristiana como opción básica del discípulo que trata de vivir en fraternidad el espíritu del Reino.

La humildad es andar en verdad. Es la actitud propia ante Dios, actitud que no nos disminuye, sino que nos sitúa en nuestro puesto. Es el estilo más social y que mejor posibilita la relación del ser humano con sus semejantes. En el estilo de vida que Jesús nos muestra está el secreto para saber estar y vivir con los otros, conociendo nuestras limitaciones, caminando con verdad y sencillez y compartiendo desinteresada y generosamente con los demás.

“Cuando des un banquete, invita a los pobres”. Jesús nos invita a actuar desde la gratuidad y desde la comunión con los más necesitados, actitud opuesta a lo que estamos acostumbrados a hacer buscando la recompensa y sacar provecho en todo. Se nos llama a compartir nuestros bienes gratis; crear unas relaciones humanas basadas en nuevo espíritu de libertad, gratuidad y amor. Relaciones propias de una humanidad nueva, germen de una comunidad diferente.

Vivimos en una sociedad en donde prácticamente todo se compra y se paga. Es difícil ver en nuestra sociedad gestos verdaderamente desinteresados y gratuitos.

La propuesta de Jesús es ciertamente revolucionaria y resulta sorprendente escuchar: “Cuando des una comida, invita a los pobres”, es decir, a los que no pueden pagar. Amar al que nos ama y puede corresponder, pude ser todavía un comportamiento egoísta. Creer que se sabe amar de verdad y con generosidad porque se vive en armonía puede ser una equivocación. Saber amar no es simplemente tratar debidamente al que nos une unos lazos de amistad, simpatía o familiaridad. Saber amar es no pasar de largo ante nadie que nos necesita.

El proyecto de Jesús, el Reino que quiere establecer, es una sociedad en la que cada uno se sintiera servidor de los más necesitados. El va por delante, porque vino “no a ser servido, sino a servir” (Mt 20,28). Una sociedad nueva, en la que aprendiéramos amar no a quien mejor paga, sino a quien más nos necesita. Aquí también va por delante, porque “Cristo murió por nosotros cuando éramos aún pecadores” (Rom 5,8).

Si fuéramos capaces de entender y practicar el evangelio de este domingo, empezaríamos a progresar en el camino del Reino de Dios.