Solemnidad Natividad de San Juan Bautista, Ciclo C

“¿Qué va a ser de este niño?

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal

 

 

Comentario:


 “¿Qué va a ser de este niño?

La pregunta es lógica. Hijo de un matrimonio entrado en años y la esposa estéril. El padre mudo y de pronto empieza a hablar. La extrañeza del nombre porque “ninguno de tus parientes se llama así”. El niño está envuelto por el misterio, la gente se admira, se llena de temor

Todo este ambiente que enmarca el nacimiento del Bautista encaja perfectamente en la experiencia que de Dios tiene el pueblo de Israel. Dios está cerca haciendo fructificar lo estéril, hablar al mudo y poniendo al niño un nombre cargado de esperanza. “Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos” (Is 55,8).

Dios es siempre sorpresivo. La noche de la esperanza ha roto en el amanecer de la presencia de Dios, que no se deja atrapar, sino que se hace presente de manera insospechada para ser El quien nos atrape para transformarnos como le sucedió a Pablo que “fue alcanzado por Cristo” (Fil 3,12).

El nacimiento de Juan Bautista es una introducción a la llegad de “la plenitud de los tiempos”. La escena de su nacimiento transcurre en medio de un ambiente de vecinos, y la noticia se extiende por toda la montaña de Judea. Juan significa “Dios nos ha mostrado su favor”, y para un hebreo el nombre es la persona misma. Que Dios imponga un nombre a una persona significa que le toma por completo a su servicio y le encomienda una misión. Juan será quien recuerde que Dios ha mostrado su favor al pueblo que espera.

El camino de Juan, como el de Moisés, Elías y más tarde Jesús, pasa por el desierto donde Dios se hace presente.

El precursor prepara el camino desde la llamada al arrepentimiento y la conversión. Enviado delante del Mesías se alegra de su llegada dejando el campo abierto porque “a el le toca crecer, a mi menguar” (Jn 3,30).

Después de la llegada del Mesías, el precursor es sustituido por el testigo. El precursor anuncia. El testigo muestra. El precursor prepara el camino. El testigo acompaña en el camino. El precursor desaparece. El testigo sigue siendo señal de garantía.

Si el precursor, con su nombre proclama que Dios ha mostrado su favor, el testigo, con su vida y su palabra, debe transparentar a Dios que, desde la gratuidad, se vuelca sobre el hombre.

Como el precursor, el testigo tiene que vivir la experiencia del desierto para llenarse de Dios a quien ha de testificar, no con unas palabras, sino con una vida que refleja a un Dios que fructifica lo estéril, que hace hablar al mudo y despierta siempre la esperanza.