De nuevo el amor. Son muchas las veces que este tema sale en los
textos bíblicos, y por lo tanto en los comentarios a los mismos y en
las homilías sobre ellos.
Aunque en el texto de hoy vine formulado como un mandamiento: “Os
doy un mandamiento nuevo…”, el amor no brota de una imposición de
una ley exterior, sino consecuencia de sentirse amado de verdad, y
en nuestro caso, de sentirse amado gratuitamente de Dios en Cristo.
No es una mera obligación, sino un don que se concede, como Espíritu
amigo. De esa benevolencia recibida brota el amor cristiano,
respuesta propia de bien nacidos.
El amor no es el deber consiguiente al hecho de pertenecer a la
Comunidad cristiana, sino el elemento constitutivo de dicha
Comunidad. No porque soy de la Comunidad amo, sino porque amo formo
parte de la Comunidad. El amor, como la fe, constituye el ser o no
ser cristiano.
Dios ama al mundo, ama a la humanidad toda. Es lo primero que hemos
de recordar. Amor que no depende de méritos o valores. Dios ama para
salvar, para que el mundo llegue a ser más humano, más digno, más
habitable.
Siendo esto así, la única señal distintiva de los seguidores de
Jesús es siempre la misma: “amar como Él nos ha amado”.
Hoy se habla mucho de amor, pero cuánto se falsea en su contenido
más hondo. Por esoJesús nos dice: “Amaos como yo os he amado”. Un
amor desinteresado, que sabe acoger y ponerse al servicio del otro,
sin límites y discriminaciones. Un amor que sabe afirmar la vida, el
crecimiento, la libertad y la felicidad de los demás. En esta
sociedad en que tanto se falsea el amor, el creyente debe
desarrollar su capacidad de amor siguiendo el estilo de Jesús.
Es cierto que las exigencias concretas del amor no pueden
determinarse de antemano. Según Jesús, son las necesidades del
hermano las que nos ayudarán a descubrir cómo debemos actuar en cada
situación.
El amor al prójimo ha de tener un comportamiento activo y creador
que toma en serio las necesidades concretas del hermano y se atreve
a hacer por él todo lo que sea necesario para ayudarle a vivir con
dignidad.
Desde la vivencia de sentirse querido y amado por Dios es desde
donde brota el amor a los demás como el de Jesús. Quien se siente
querido tiene fuerza para amar.Se nos recuerda el mandamiento del
amor en la cincuentena pascual. Cristo resucitado viene a renovar
nuestra vida. El sale al encuentro de cada uno de nosotros, al
encuentro de nuestras comunidades para acompañarnos, llenarnos de su
luz, paz y perdón que nos haga hombres nuevos renacidos en el
bautismo.