III Domingo de Pascua, Ciclo C

Juan 21, 1-19: “¿Me amas más que estos? (Jn 21,15)

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal

 

 

Comentario:


Juan 21, 1-19: “¿Me amas más que estos? (Jn 21,15)
El evangelio de este domingo nos refiere una nueva aparición de Jesús resucitado. Aparición que no hay que leerla como una anécdota más de la vida de Jesús, sino sabiendo encontrar en ella la fuerza de la resurrección plasmada en la vida de la Comunidad y de la misión.

La presencia del Señor se requiere tanto en la vida personal de fe como respuesta al encuentro con el Resucitado, como en la Comunidad y en la misión de la misma.

Es un grupo de siete discípulos presentes los que se lanzan a pescar. No son los doce, número que denotaba la Comunidad, pero ahora es otro número, el siete, el de la totalidad determinada, que referido a pueblos indica la totalidad de las naciones, haciendo referencia a todos los hombres, a los que estaba destinado el mensaje de salvación. Los discípulos están juntos, forman Comunidad, y se nombra a Pedro en primer lugar.

La decisión que toma Pedro de ir a pescar representa la misión de la Comunidad. “Os haré pescadores de hombres” (Mt 4, 19). Trabajando toda la noche no pescaron nada. La noche significa ausencia de Jesús, luz del mundo.La decisión de Pedro y la adhesión del grupo los ha llevado a trabajar con tesón y constancia, pero no estaba el Señor, y tanto esfuerzo fue infructuoso.

La llegada de la mañana, la llegada de la luz, coincide con la presencias de Jesús, que es la luz del mundo. Es Jesús quien acompaña desde la playa en la misión. El grupo entero está desconcertado ante el fracaso, puesto en evidencia por la pregunta de Jesús: “Muchachos, ¿acaso tenéis algo para acompañar el pan?” (Jn 21, 5).

Jesús no se contenta con estar presente. Les indica el lugar donde hay que echar las redes: “Echad la red al lado derecho de la barca y encontraréis” (Jn 21, 6). Los discípulos siguen la indicación de Jesús y la red se llena de peces, y peces grandes. El fruto se debe a la docilidad a la palabra de Jesús.

La docilidad a las palabras de Jesús es consecuencia de una relación personal con Él. Para aceptar esa palabra, que no siempre tiene una acogida fácil; para seguir la indicación donde se ha experimentado el fracaso, es necesario que haya una confianza plena.

En el diálogo posterior de Jesús con Pedro está la clave de esa confianza. “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?... Sí, Señor, tú sabes que te quiero” (Jn 21, 15).

Creer es estar enamorado de Dios. Nada nos acerca con más verdad al núcleo de la fe cristiana que la experiencia del enamoramiento. Quien de verdad se ha encontrado con Cristo se siente atraído por Él comenzando a ser centro de su vida. La impresionante experiencia de Jeremías: “Tu me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir; me has forzado y me has podido… Tu palabra se ha convertido para mí en burla e irrisión. Yo me decía: no pensaré más en él, no hablaré más en su nombre. Pero tu nombre (tu persona) era dentro de mí como un fuego devorador encerrado en mis huesos. Me esforzaba en contenerlo pero no podía.” (Jer 20, 7-9).
Lo mismo que el enamorado llega a vivir de alguna manera en la persona amada, así le sucede a quien tiene un encuentro vivencial con Jesús. Tres veces es interrogado Pedro sobre el amor. Su respuesta fue, por tres veces también, clara y convincente: “Tú sabes que te quiero” (Jn 21, 15.16.17). No duda en contestar porque le sale de lo más profundo del corazón. El éxito de la misión está en la entrega del corazón.