I Domingo de Adviento, Ciclo A

Mateo 24, 37-44: Estad vosotros preparados….”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal

 

 

Comentario:


Mateo 24, 37-44: Estad vosotros preparados….”

Comenzamos el Adviento y el Año litúrgico. En este tiempo, cada acontecimiento de la vida de Cristo que celebramos cultualmente se actualiza por la fe en el marco de la comunidad cristiana. Es una actualización sacramental, pero real, y constituye un encuentro vivo, comunitario y personal con el Señor en cada paso de su vida y misterio. El culto litúrgico cuenta con tres elementos básicos: la asamblea, la Palabra y los signos de la fe que son los sacramentos, estando Cristo presente para hacer efectiva su obra salvadora aquí y ahora.

La primera etapa del año litúrgico es el Adviento con sus tres facetas: la celebración de la primera venida histórica de Cristo en carne mortal, su última venida en poder y gloria, y las continuas venidas de Dios en los acontecimientos diarios de la historia personal y comunitaria.

El tema central del texto evangélico es la invitación a la vigilancia:
“Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor”. “Estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre”. Es una llamada urgente, es un toque de atención a sacudir todo lo que pueda haber de rutina y costumbre: ¡otra vez el Adviento, lo de siempre! De aquí que hemos de preguntarnos que es lo que estamos descuidando en nuestra vida, qué es lo que hemos de cambiar, a qué hemos de dedicar más atención y más tiempo.

En el susurro de la brisa es donde se manifiesta Dios a Elías como leemos en 1Re 19,11. La venida de Dios no es espectacular ni ruidosa. Será en la sencillez y pobreza de Belén, en lo cotidiano de la vida, y al final en poder y gloria, no como sinónimos de grandeza, sino de completar la obra de salvación desde el amor. Por eso la insistencia de Jesús:
“estad en vela”, “estad preparados”. La brisa se nos puede escapar.

Por otra parte el Adviento es una nueva oportunidad para actualizar, en nuestra vida cristiana, la realidad de que la salvación, ya iniciada por Dios, todavía no la poseemos en plenitud. El Adviento es tiempo de esperanza, que es un estilo de vida cristiana en proceso permanente de liberación siempre en marcha hacia Dios, hacia los hermanos y hacia el mundo como lugar teológico de la presencia y acción salvadora de Dios.

Es también, el Adviento, iniciativa constante de Dios que viene a nosotros y nos encomienda la tarea de la construcción del mundo y del hombre nuevos. Es realidad presente y esperanza futura, es razón para vivir, amar y esperar a pesar del desencanto y cansancio de la vida. San Pablo, en la segunda lectura, no exhorta:
“Daos cuenta del momento en que vivís: ya es hora de espabilarse, porque vuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer… Dejémonos de las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz” (Rom 13, 11-12).

Nada de temor, nada de sentirse sorprendidos, sí saber que todos tenemos unos momentos transcendentales de encuentro con el Señor que se acerca en su Hijo no para condenar, sino para salvar (cfr. Jn 3, 17-28), porque estamos llamados a vivir en el amor de Dios, es decir, a vivir en la luz, apartándonos de los obras de las tinieblas.