II Domingo de Adviento, Ciclo A

Mateo 3, 1-12: “Preparad el camino al Señor”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal

 

 

Comentario:


Mateo 3, 1-12: “Preparad el camino al Señor”

En este segundo domingo de Adviento el Bautista, con palabras de Isaías, nos invita a “preparad el camino al Señor”.

Es fácil, para los que tantas veces hemos recibido este mensaje, quedarnos con el martilleo de las palabras sin detectar que en nuestra vida de creyentes podemos quedarnos sin caminos hacia Dios. No se trata de ser ateo o rechazar a Dios. La costumbre, la fuerza de una fe sociológica, la rutina y hasta la falta de entusiasmo en la fe pueden ir borrando del horizonte ese Dios que nos ama e interpela constantemente. La Navidad tan cercana nos deslumbra con la iluminación de la sociedad de consumo; nos envuelve el encanto y la ternura de un villancico; nos inquietan los regalos y las fiestas, aunque sean familiares…. Son caminos por donde no llega Dios.

¿Es posible encontrar los caminos por los que siempre llega Dios? Caminos que hemos de descubrir y preparar.

El Dios que viene no es un Dios interesado y dominador, sino el que busca y desea siempre lo mejor para nosotros. Camino de gratuidad y de gozo. Un Dios que atrae y da vida porque se acerca al hombre hablándole como a un amigo para invitarlo y recibirlo en su compañía. Camino de encuentro y relación personal. Estamos llenando nuestra vida de cosas y queremos más y más, quedándonos vacíos por dentro. Dios siempre nos descubre el sentido de nuestra vida y abre horizontes que estimulan con esperanza. Camino de responsabilidad y compromiso. Hechos a imagen y semejanza de Dios es el cimiento donde se apoya la construcción de nuestra vida. Camino de seguridad y confianza. Recuperar el camino hacia Dios es aprender a callar, hacer silencio, porque a los más íntimo de la existencia se llaga no cuando hablamos y nos agitamos, sino cuando hacemos silencio y escuchamos. Camino de oración y contemplación.

El Dios que viene es un Padre que quiere ser acogido porque sólo busca una vida más digna y dichosa para todos con gestos de bondad, y en su Hijo amigo de publicanos y pecadores, defensor de los débiles, cercano a los que sufren y oprimidos, y que pone en el corazón una confianza porque entiende la religión no como una preparación de un juicio, sino como la acogida de un Dios Padre que quiere vernos convivir como hermanos.

La preparación del camino al Señor exige la conversión a la que, con fuerza, nos llama el Bautista. Conversión, no como limpieza de unas faltas y pecados, sino como cambio interior y exterior de mentalidad y conducta, de actitudes y de actos; un giro en redondo para reorientar toda la vida en una dirección nueva hacia el bien, hacia Dios y hacia los hermanos.

La conversión a Dios no es solo en el Adviento, es tarea de toda la vida, tarea callada de cada día, porque nunca estamos suficientemente convertidos ya que el amor cristiano no tiene fin de etapa. Ser cristiano, estar convertido al reino de Dios, es un reto exigente, es tensión perenne, sabiendo que el Señor está a nuestro lado con su amor y derramando su Espíritu. Convertirnos del pecado que anida en nosotros y convertirnos al testimonio cristiano para ser luz en nuestro mundo.