III Domingo de Adviento, Ciclo A

Mateo 11, 2-11: Dichoso el que no se sienta defraudado por mi”.

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal

 

 

Comentario:


Mateo 11, 2-11: Dichoso el que no se sienta defraudado por mi”.

Adviento es tiempote conversión. La conversión abarca un amplio panorama con facetas muy variadas. La conversión, en este tiempo de de espera se centra en nuestra actitud de espera y en saber lo que esperamos.

La pregunta de los discípulos de Juan a Jesús: “¿Eres tú el que has de venir o tenemos que esperar a otro?”, también nos la podemos hacer nosotros, porque no siempre acertamos a esperar al Dios que en Jesús nos salva.

Creemos en un Dios Padre que nos ama, acudiendo normalmente a Él en los momentos de apuros; le tributamos culto participando en ritos y ceremonias que no siempre conectamos con la vida; sentimos la ofensa de nuestros pecados angustiados por la culpabilidad no dejando que su misericordia nos inunde. Es un Dios puntual que satisface un sentimiento religioso pero que no mueve a un cambio de vida. La salvación que esperamos de este Dios es una salvación individual que nos tranquiliza y es un seguro para el más allá.

A la pregunta que le hacen a Jesús los discípulos del Bautista, la respuesta es significativa. Jesús no responde haciendo referencia a signos estrictamente religiosos, ni recomendando la liturgia de la sinagoga, ni exigiendo el cumplimiento de la ley mosaica, ni exhortando a la lectura de los libros sagrados y a la observancia del sábado y demás prácticas religiosas de los judíos. Su identidad está respaldada por unos signos “profanos” de liberación mesiánica: “los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia”.

En la respuesta de Jesús el anuncio de la Buena Noticia va unido fuertemente a signos de liberación. Hay una estrecha relación entre evangelización y liberación. Donde se dan esos signos allí está en marcha y actuando el reinado de Dios y su justicia, es decir, su gracia que salva al hombre integralmente, y no sólo en el más allá.

No es fácil entender este mensaje. Por eso Jesús advierte: “Dichoso el que no se sienta defraudado por mí”.

El eco de la pregunta del Bautista a Jesús hoy resuena en la búsqueda de salvación. Frente a la supuesta liberación del hombre por el hombre, por la sociedad de bienestar y consumo, la fe cristiana confirma que Jesús, el Hijo de Dios, es el verdadero salvador del hombre y de la historia, porque se hace cercano, comparte la vida con el hombre, es sensible a sus necesidades y anhelos y trae la Buena Noticia para todos. No hay que esperar a otro. Ya he venido. Hay que acogerlo, dejarse interpelar por El, revisar desde su testimonio nuestro concepto de salvación.

Junto a la búsqueda, en el Adviento, está la esperanza, no como optimismo ingenuo, ni evasión alienante, sino como actitud vigilante viviendo el presente intensamente abiertos al futuro de transformación personal y de la realidad para liberar al hombre de todo lo que degrada su condición. Esperar no sólo la vida eterna, sino también la Vida en el más amplio sentido de la palabra. Creer en la vida eterna es luchar contra todo lo que es muerte y anula la vida, la persona, su dignidad y libertad, es hacer digna y humana la vida presente para que sea vida para todos.