Solemnidad de la Natividad del Señor, Ciclo A

Juan 1, 1-18: “Os traigo la Buena Noticia… Hoy os ha nacido un Salvador”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal

 

 

Comentario:

“Os traigo la Buena Noticia… Hoy os ha nacido un Salvador”

Es lógico que el anuncio del ángel en la primera Noche Buena fuera en presente. Un acontecimiento actual: “Hoy os ha nacido un Salvador”.

Lo bueno es que ese presente es auténtica realidad en esta Navidad del 2007: “Hoy nos ha nacido un Salvador”.

Celebrar la Navidad, como cualquier otro misterio de la vida de Cristo, no es recordar algo que sucedió ya hace más de veinte siglos. Celebrar es actualizar, hacer presente el acontecimiento salvador, ya que desde la resurrección de Cristo no hay pasado ni futuro, todo es presente. Por tanto no recordamos algo pasado, sino que hemos de vivir el nacimiento del Hijo de Dios como realidad presente y actual:
“Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado” (Is 9,6).

La Navidad encierra un secreto profundo que a muchos se les escapa. Celebran algo, sin saber exactamente qué. No sospechan que la Navidad nos ofrezca la clave para descifrar el misterio último de nuestra existencia. Dios ha hablado. No nos ofrece palabras, sino que “la Palabra de Dios se ha hecho carne” (Jn 1,14). Dios, más que darnos explicaciones ha querido sufrir en nuestra propia carne nuestros interrogantes, sufrimientos e impotencia. Navidad es amor sin límites de Dios: “Tanto amó Dios al mundo” (Jn 3,16). Dios ha entrado en nuestra vida. Es posible vivir con esperanza. Merece la pena ser hombre. El hombre recobra su dignidad. Mientras los hombres levantamos barreras y discriminaciones vejando y explotando a los más débiles, Dios apuesta por el hombre, por todos los hombres: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande” (Is 9,2). En Navidad tiene sentido y fuerza las palabras de san Ireneo: “La gloria de Dios es la dignidad del hombre”.

Navidad es interpelación apremiante para todos:
“Ha aparecido la gracia de Dios… enseñándonos a renunciar a los deseos mundanos” (Tit 2, 11-12). Muchas veces nos sentimos desnortados en nuestra vida. Caminamos a lo que salga. “El niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre” (Lc 2, 12), nos habla, bien alto de que la felicidad no está en el tener y disfrutar, sino en el ser gozoso y responsable.

Navidad es encuentro solidario. Belén es una luz que se enciende para todos: la gloria del Señor envuelve en su claridad a los pastores, y una estrella conduce a los Magos hacia Belén. Unos y otros se encuentran
“al niño acostado en el pesebre”. Abrir de verdad el corazón para que ese Niño lo invada es fuerza solidaria gozosa y compromiso ilusionante en la construcción de un mundo mejor.

Navidad es inundación de Amor. La verdadera Navidad es la que cala en el corazón, llenándolo del amor del Dios niño y cercano. Solamente una actitud contemplativa, como María, que
“conservaba todas esas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 2, 19), transforma desde la acogida sencilla y agradecida. Es el secreto y la fuerza de la Navidad. Aunque Cristo nazca mil veces en Belén, mientras no nazca en el corazón, no se puede hablar de Navidad.