Fiesta de la Sagrada Familia, Ciclo A
Mateo 2, 13-15. 19-23: “Coge al niño y a su madre y huye a Egipto”
Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal
Comentario:
“Coge
al niño y a su madre y huye a Egipto”
Envueltos en este ambiente navideño de ternura, amor y buenos deseos, suenan
duras las palabras del ángel a José:
“Coge al niño…” Es un
aviso apremiante, una orden salvadora, aunque sea trágica y dolorosa.
Pronto quieren eliminar al Niño de la sociedad. ¿Por qué será así? Los niños son
seres inocentes e inofensivos. No sólo entonces, también hoy, en nuestro mundo
tan desarrollado, el abuso, la explotación y maltrato de niños es una trágica
realidad. Muchas voces se elevan en nuestro mundo defendiendo los derechos de
las personas, pero apenas nadie defiende prácticamente los derechos de los
niños. Las violencias físicas y psíquicas contra los niños son toleradas incluso
aprobadas por la sociedad. Cuántos niños sufren en silencio, victimas de malos
tratos, sin posibilidad de defenderse de la violencia de los mayores y sin que
nadie reconozca su derecho de ser ellos mismos. Cuántos niños ven truncada sus
vidas antes de nacer víctimas del egoísmo más refinado. Los Herodes de hoy se
multiplican y no se ve un fin a esta situación tan perversa y denigrante.
El Hijo de Dios, hecho hombre “en todo
semejante a nosotros menos en el pecado” (Hbr 4,16),
sufre en su carne ese acoso que pone en peligro su vida.
La solución a este problema es compleja. Para que los niños puedan ser ellos
mismos y se les reconozcan sus derechos, es imprescindible la familia. El amparo
y la protección de la familia pone a salvo a Jesús:
“Coge al niño y a su madre y huye a Egipto”,es
garantía de seguridad para los pequeños.
Celebramos hoy la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. Su ejemplo nos
estimula para seguir creyendo en el valor insustituible de la familia para el
desarrollo de la persona, actualizando los pilares fundamentales de la
convivencia familiar.
El amor fue, es y será siempre el origen y el alma de la familia. Pero no hay
que confundir amor con sentimientos y deseo erótico. La primera atracción del
amor es muy intensa pero nunca se mantiene así. El deseo cambia y evoluciona. La
garantía de un amor verdadero es la decisión y el compromiso por buscar el bien
del otro. Estar siempre dispuesto a hacer feliz al otro, sin olvidar que amar es
fundamentalmente dar, no recibir. No olvidar que amar significa respetar a la
persona amada, no poseerla.
La familia tiene que ser una comunidad abierta, con verdadera proyección social
y eclesial. El amor de los esposos y la educación de los hijos en el hogar, han
de orientarse en un sentido positivo y solidario, inculcando los valores de
solidaridad, de responsabilidad y servicio, de tolerancia y comprensión, de
fraternidad y compromiso con los derechos de las personas, especialmente de los
más débiles y marginados.
La familia experimente unos cambios que configuran un modelo nuevote familia.
Pero la familia siempre tendrá como pilares insustituibles el amor, el respeto,
la acogida gratificante, la ayuda gratuita y el gozo de sentirse querido creando
un clima que favorezca el desarrollo de sus miembros.
Así fue la Familia de Nazaret, ejemplo a imitar en sus virtudes domésticas y en
su unión en el amor. A ella encomendemos nuestras familias, y de manera
especial, a las que tienen problemas.